viernes, 3 de junio de 2011

Pájaros urbanos

Los pájaros urbanos son cálidos y amables. La mayoría de las veces que uno cruza la ciudad no los ve, y por tanto no se da cuenta de que son un contrapunto leve, pero entrañable, de la urbe enloquecida por el tránsito rodado, las concentraciones de gente que protesta y los estampidos de la cohetería intimidatoria que rubrica su descontento.
Cuando uno pasa por una plaza, un parque o un bulevar es común que vea un gorrión, o una pareja –tal vez macho y hembra- en la rama de un árbol, o colado en un grupo de palomas que picotean en el suelo migajas de un “sandwich” desechado u otro condumio de urgencia.
Palomas y gorriones comparten espacio y comida. Nadie rechaza a nadie, nadie pelea con nadie. No son humanos.
Los pájaros de la ciudad cantan más tiempo, a fin de contrarrestar los ruidos, se explica en un informe del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, que estudió el comportamiento de una población de pájaros Serinus serinus, o verdecillos.
A los estorninos les perturba el ruido excesivo. Si los decibeles suben hasta un nivel muy alto, se van en bandada a lugares silentes.
Cuando cae la tarde y sobreviene la paz del crepúsculo, los estorninos vuelven a los sitios que abandonaron.

El estornino de Mozart

Los estorninos son muy inteligentes. Mozart compró uno en una pajarería por cuya puerta solía pasar silbando una melodía. Se ve que el pájaro la aprendió y la silbaba a su vez con frecuencia. Los estorninos, como otros pájaros, pueden silbar.
Lo curioso es que el estornino cambió con sus silbidos una nota de una composición del músico de natural a sostenido. A Mozart le pareció espléndida ese modificación y la introdujo en su partitura.
Mozart quería mucho a su pajarito, tanto que cuando murió, a los tres años de tenerlo, le escribió una oda (1).

Vencejos pregoneros

Los vencejos son los pregoneros de la noche en Madrid. Apenas muere el día empiezan a escucharse sus trinos, que parecen dibujar melancólicas greguerías sonoras en la perspectiva azul del Madrid de lejos que se divisa desde la Plaza de Oriente, o en el cielo claro de Las Vistillas, donde se refugia azorado el último casticismo de la Villa y Corte.
A su vera hay un organillo abandonado sobre el que suele posarse alguna paloma solitaria que viene de la Cuesta de San Vicente.

(1)
"Aquí descansa un querido y pequeño loco; mi estornino.
Ya en sus mejores años tuvo que conocer el sabor amargo de la
muerte.
Mi corazón sangra cuando lo recuerdo.
¡Oh lector! Ofrécele tú también una lágrima.
No era malo, sólo un poco demasiado listillo, y algunas veces
un querido y travieso Barrabás
Pero nunca un miserable.
Pienso que estará allí arriba para agradecerme este trabajo de
amigo, ignorando aún que la muerte le ha atrapado, y sin ningún
pensamiento para aquél que tan bien sabe rimar".
Mozart, 4 de junio de 1787.

© José Luis Alvarez Fermosel


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