domingo, 19 de mayo de 2013

Cántico y calcetines



Jorge Guillén fue un gran poeta español, nacido en Valladolid, por más señas. Tiene una obra magnífica, Cántico.
Francisco (Paco para los amigos) Umbral, uno de los mejores escritores y articulistas españoles de los últimos tiempos, sentía verdadera devoción por Jorge Guillén. (Umbral también era de Valladolid).
Un día conoció a su ídolo en persona, en Valladolid, precisamente.
Cuenta Paco Umbral en su libro Las palabras de la tribu que Guillén tenía los calcetines cortos, de color marrón y caídos.
No eran los calcetines del creador de tanta luz, dice Umbral, que llega inmediatamente a la conclusión de que casi siempre se dan fuertes contrastes entre la obra y la vida de los intelectuales y los artistas.
Sus seguidores a ultranza se desilusionan. Porque, claro, uno lee embelesado a un excelso poeta, escucha en un CD la voz prodigiosa de una soprano de fama universal y cuando los conoce personalmente resulta que el vate es bajo y estrábico, se come las uñas, lleva siempre una vieja chaqueta de pana color ratón y como Guillén (Jorge) usa unos calcetines marrones, cortos y caídos. Y, además, bebe como un cosaco. Otros se drogan, además de beber.
La cantante, de pronto, no es como Grace More o Jeanette Mac Donald, o como algunas más cercanas en el tiempo: la misma Rita Hayworth, Iva Zanicchi, Milva, Diana Ross, Celine Dion,  las argentinas Adriana Varela y Ramona Galarza, de buenas figuras y guapas. La cantante -las de ópera, por poner un ejemplo- es desmesuradamente gorda, tiene los dientes torcidos, un lobanillo detrás de la oreja izquierda, mal aliento y lo que es peor, muy mal carácter.
Hay seres de muy buena presencia, elegantes, bellísimas personas pero incapaces de escribir versos, ni siquiera dos palabras seguidas, ni mucho menos de cantar ni una consigna política en una manifestación.
Otros, impresentables, malísimos, son genios.
Todos los poetas tendrían que parecerse a George –hablando de Jorges- Clooney; y las cantantes de ópera habrían de tener el palmito de Penélope Cruz.
Y todos ser más buenos que el pan, cosa que no es corriente en la realidad.
Si examinamos las vidas de lumbreras de la literatura universal como Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Lord Byron, Djuna Bares, Juan Genet, Truman Capote y otros muchos se nos encenderá el pelo al enterarnos que desde consumir a destajo alcohol y drogas hasta cometer incesto, pasando por disparar tiros de revólver a sus amantes (Verlaine-Rimbaud) y haber estado en la cárcel, estos cultores de la lírica más sublime no dejaron desastre por hacer en sus vidas.
Esos desastres perjudicaron las vidas de otros seres humanos.

© José Luis Alvarez Fermosel

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