Jorge Guillén fue un gran poeta español,
nacido en Valladolid, por más señas. Tiene una obra magnífica, Cántico.
Francisco (Paco para los amigos) Umbral,
uno de los mejores escritores y articulistas españoles de los últimos tiempos,
sentía verdadera devoción por Jorge Guillén. (Umbral también era de Valladolid).
Un día conoció a su ídolo en persona, en
Valladolid, precisamente.
Cuenta Paco Umbral en su libro Las palabras de la tribu que Guillén
tenía los calcetines cortos, de color marrón y caídos.
No
eran los calcetines del creador de
tanta luz, dice Umbral, que llega inmediatamente a la conclusión de que
casi siempre se dan fuertes contrastes entre la obra y la vida de los intelectuales
y los artistas.
Sus seguidores a ultranza se
desilusionan. Porque, claro, uno lee embelesado a un excelso poeta, escucha en
un CD la voz prodigiosa de una soprano de fama universal y cuando los conoce
personalmente resulta que el vate es bajo y estrábico, se come las uñas, lleva
siempre una vieja chaqueta de pana color ratón y como Guillén (Jorge) usa unos
calcetines marrones, cortos y caídos. Y, además, bebe como un cosaco. Otros se
drogan, además de beber.
La cantante, de pronto, no es como Grace
More o Jeanette Mac Donald, o como algunas más cercanas en el tiempo: la misma
Rita Hayworth, Iva Zanicchi, Milva, Diana Ross, Celine Dion, las argentinas Adriana Varela y Ramona Galarza,
de buenas figuras y guapas. La cantante -las de ópera, por poner un ejemplo- es
desmesuradamente gorda, tiene los dientes torcidos, un lobanillo detrás de la
oreja izquierda, mal aliento y lo que es peor, muy mal carácter.
Hay seres de muy buena presencia, elegantes,
bellísimas personas pero incapaces de escribir versos, ni siquiera dos palabras
seguidas, ni mucho menos de cantar ni una consigna política en una
manifestación.
Otros, impresentables, malísimos, son
genios.
Todos los poetas tendrían que parecerse a
George –hablando de Jorges- Clooney; y las cantantes de ópera habrían de tener el
palmito de Penélope Cruz.
Y todos ser más buenos que el pan, cosa
que no es corriente en la realidad.
Si examinamos las vidas de lumbreras de
la literatura universal como Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Lord Byron, Djuna
Bares, Juan Genet, Truman Capote y otros muchos se nos encenderá el pelo al enterarnos
que desde consumir a destajo alcohol y drogas hasta cometer incesto, pasando
por disparar tiros de revólver a sus amantes (Verlaine-Rimbaud) y haber estado
en la cárcel, estos cultores de la lírica más sublime no dejaron desastre por
hacer en sus vidas.
Esos desastres perjudicaron las vidas de
otros seres humanos.
©
José Luis Alvarez Fermosel
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