lunes, 13 de mayo de 2013

Ventana

Entrar por una ventana suele ser mejor que salir por ella. Depende, como todo, de las circunstancias.
Por esta ventana –que como puede apreciarse en la fotografía no es una ventana, sino una puerta que parece una ventana- se accede a uno de esos lugares con los que sueñan los aficionados al comercio y el bebercio, lugares que no tienen, por lo general, sofisticación alguna.
Como este recinto lujoso en su esquematismo de nobles materiales comestibles y bebestibles, enmarcado por unas no menos nobles y venerables piedra y madera.
Verduras, varias latas que han de contener condumios más sabrosos, vinos, licores…
¡Qué mejor tributo puede rendirse a la naturaleza, y a tan espléndida muestra como es ésta piedra dura y gris, que se asemeja al turrón de almendra en el interior, que abriendo unas latas y unas botellas y mandándose un homenaje!
Degustación, se lee en pequeñas letras amarillas en un cartel a la izquierda. ¡Espléndida palabra! Degustar es un verbo sensual que le alegra a uno las pajarillas del alma.
Este lugar es ideal para degustar. Aunque parece un cuadro pintado en la roca. Es una ventana abierta generosamente al manducante, quizás un peregrino, quizás un catador. Se llama, ¡miren ustedes lo que son las cosas del comercio y el bebercio!, “La Manduca”.
El manducante es una persona que se incorpora a uno de estos sitios donde se manduca y tropieza con un trozo de humanidad afanosamente manducante, dijo el sabio.
“La  Manduca” está en Las Palmas, capital de la provincia de Gran Canaria, la más oriental de las Islas Canarias.
Las llaman las Islas Afortunadas. Con razón. 

© José Luis Alvarez Fermosel

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