lunes, 4 de agosto de 2008

"Altri tempi..."

Aquellas terturlias de lejanos tiempos idos que no volverán, con caballeros de largas hopalan­das, zapatos con hebilla plateada y, al fondo, siempre un mayordo­mo más hierático que impasible.
Las damas, con amplios escotes a lo Fragonard y abanicos multicolores, secreteaban con el libro de horas miniado sobre el regazo.
La sobremesa era para los hombres, quie­nes tomaban chocolate con picatostes y bebían lico­res de hierba destilados por sombríos monjes de clau­sura.
Algún gato de raza jugueteaba con el cordón que cerraba y abría los pesados cortinones de moaré color púrpura, o dormitaba en la barroca alfombra de tonos escarlata, dorados y azules.
Coraceros de rubios mostachos rizados con tenacillas, abates epicúreos. Duelos -"¡Mañana, a pistola, detrás de la Catedral...!"-. Chismes y amores ingenuos de encantadoras damiselas.
Una postal nos llega de otro tiempo, que parece no haber existido, a esta era posmoderna sin amores románticos, tertulias, sobremesas ni lances caballerescos.
Está bien. Abre un paréntesis. Establece una pausa. Provoca un suspiro.



© José Luis Alvarez Fermosel

2 comentarios:

Florencia Iglesias dijo...

¿De qué hablarían? ¿Qué cosas discutirían? ¿Cómo sería la vida del sastre que cosía esos trajes? La Máquina del Tiempo ¿Por qué todavía no la hemos inventado? Mala idea, nos quedaríamos sin escritores. Saludos.

Anónimo dijo...

O no, Florencia. Tal vez los escritores tendríamos que escribir como quien toma un tren en marcha. De cualquier manera, sería bueno poder tener y manejar una máquina del tiempo. Gracias y saludos cordiales.