sábado, 16 de agosto de 2008

Otro caviar

Ya hay caviar de caracol. Y, al parecer, muy rico. El caracol, como es público y notorio, se toma todo con mucha calma. Lo cual demuestra el he­cho, tan significativo, de que tarda nada menos que 36 ho­ras en hacer el amor -¡bendito sea...!
Como resultado pone, o sea, la caracola, cerca de 50 huevecillos unidos entre sí por un hilo viscoso. (¡Todo es viscoso en el ca­racol, Dios mío...!)
Con esos huevos se elabora en Francia un cu­rioso caviar que está haciendo verdadero furor entre los más exigentes “gourmets”.
Ya hay varias granjas dedicadas al cultivo del caracol “petit gris”, de cuyos huevos de primera puesta se afirma que son los más adecuados para la preparación de esta rara variante del caviar que se vende... ¡a 700 dólares el kilo!
Mucho más barato resultó siem­pre comer los caracoles, presentes antes, guisados con un poco de pi­cante en sus cacerolas de barro en los bares y restaurantes de la española Avenida de Mayo de Buenos Aires.
Ahora ya no es tan frecuente encontrarlos, y es una pena, porque si el caracol no es un bicho así como precisamen­te sabroso, sí lo era la salsa que le acompañaba, la cual era lo que en rea­lidad le daba gracia al guiso.
Yo tengo la suerte de comer caracoles con frecuencia en casa de mi inteligente y sensible amiga Àngels Miarnau, que los prepara, como tantas otras “delicacies”, magníficamente.

© José Luis Alvarez Fermosel

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