He aquí un libro dedicado al orador que es, asimismo, de gran interés para el periodista (de la gráfica y de la electrónica), y para todos aquellos que quieran expresarse con justeza y corrección. Se trata de “Saber hablar”, una publicación del Instituto Cervantes coordinada por Antonio Briz Gómez, Marta Albelda Marco y María José Fernández Colomer, entre otros lingüistas. El libro ha sido editado por Aguilar –una editorial del Grupo Santillana-, tiene 272 páginas y mide 24 por 15 centímetros.
En una de sus partes se dice que expresarse bien depende, en gran parte, de la variedad y riqueza del léxico que se utilice al hablar.
En ese sentido se refiere al “vocabulario limitado, con un empleo abusivo de términos comodines como el sustantivo «tema», en detrimento de la riqueza expresiva de los términos casi sinónimos entre los que podrían señalarse para este caso: «asunto», «cuestión», «materia», «contenido», «proyecto», «motivo», «problema», «aspecto», «razón», «tesis», «argumento», «elemento», etcétera”.
El… “tema” del tema es una de las pesadillas que atormentan al lector, al oyente de radio y al televidente. Hay “tema” para todo: el “tema” del frío –o del calor, según la estación-, el “tema” del campo, el “tema” de la ciudad, el “tema” de…
El libro señala también que “otros ejemplos interesantes los constituyen algunos adjetivos que se utilizan para describir a las personas, tales como «tacaño», que no deja salir a la luz a otros tan expresivos como «miserable», «rácano», «ruin», «mezquino», «avaro», «avaricioso», «sórdido», «agarrado», «cicatero», «usurero», «interesado», «roñoso»...; o el coloquial cabezota -o cabezón-, que nos priva de los matices de otros muchos como «testarudo», «obstinado», «terco», «pertinaz», «irreducible», «porfiado», «tozudo», «obcecado», «inflexible», «empecinado», «intransigente», «tenaz», «persistente», etcétera”.
Con respecto a la falta de precisión, “se emplean términos generales por otros de significación más precisa. Es más adecuado y exacto, por ejemplo, decir «impartir» una conferencia que «dar» una conferencia, «arrestar» a un ladrón que «detener» a un ladrón, o “la boda se celebrará” que “la boda será”.
Para el libro, “la precisión léxica puede desarrollarse con ejercicios prácticos consistentes en sustituir, en una serie de frases dadas, aquellas palabras de significado muy general: verbos como «hacer», «ser», «dar», «poner» o «haber»; sustantivos como «cosa», «eso», etcétera, por otras más precisas o más especializadas en ciertos contextos concretos”.
No ya nosotros, el Instituto Cervantes, mediante su libro “Saber hablar”, se queja de que “en los medios audiovisuales se cometen constantemente errores como decir que el turismo ha descendido este verano por la "climatología adversa”. ¿No debería decirse el «clima» adverso? La «climatología» es una ciencia encargada del estudio del clima, mientras que el «clima» se refiere a la temperatura y a las condiciones atmosféricas y es el que debería utilizarse en esta ocasión. Lo adverso es el clima, no la climatología”.
Además de ser muy útil para quienes hablan frecuentemente en público, este trabajo del Instituto Cervantes lo es también, repetimos, para escritores, periodistas, traductores, redactores de manuales, folletos, locutores y todos aquellos que tienen como oficio expresarse oralmente o por escrito.
En una de sus partes se dice que expresarse bien depende, en gran parte, de la variedad y riqueza del léxico que se utilice al hablar.
En ese sentido se refiere al “vocabulario limitado, con un empleo abusivo de términos comodines como el sustantivo «tema», en detrimento de la riqueza expresiva de los términos casi sinónimos entre los que podrían señalarse para este caso: «asunto», «cuestión», «materia», «contenido», «proyecto», «motivo», «problema», «aspecto», «razón», «tesis», «argumento», «elemento», etcétera”.
El… “tema” del tema es una de las pesadillas que atormentan al lector, al oyente de radio y al televidente. Hay “tema” para todo: el “tema” del frío –o del calor, según la estación-, el “tema” del campo, el “tema” de la ciudad, el “tema” de…
El libro señala también que “otros ejemplos interesantes los constituyen algunos adjetivos que se utilizan para describir a las personas, tales como «tacaño», que no deja salir a la luz a otros tan expresivos como «miserable», «rácano», «ruin», «mezquino», «avaro», «avaricioso», «sórdido», «agarrado», «cicatero», «usurero», «interesado», «roñoso»...; o el coloquial cabezota -o cabezón-, que nos priva de los matices de otros muchos como «testarudo», «obstinado», «terco», «pertinaz», «irreducible», «porfiado», «tozudo», «obcecado», «inflexible», «empecinado», «intransigente», «tenaz», «persistente», etcétera”.
Con respecto a la falta de precisión, “se emplean términos generales por otros de significación más precisa. Es más adecuado y exacto, por ejemplo, decir «impartir» una conferencia que «dar» una conferencia, «arrestar» a un ladrón que «detener» a un ladrón, o “la boda se celebrará” que “la boda será”.
Para el libro, “la precisión léxica puede desarrollarse con ejercicios prácticos consistentes en sustituir, en una serie de frases dadas, aquellas palabras de significado muy general: verbos como «hacer», «ser», «dar», «poner» o «haber»; sustantivos como «cosa», «eso», etcétera, por otras más precisas o más especializadas en ciertos contextos concretos”.
No ya nosotros, el Instituto Cervantes, mediante su libro “Saber hablar”, se queja de que “en los medios audiovisuales se cometen constantemente errores como decir que el turismo ha descendido este verano por la "climatología adversa”. ¿No debería decirse el «clima» adverso? La «climatología» es una ciencia encargada del estudio del clima, mientras que el «clima» se refiere a la temperatura y a las condiciones atmosféricas y es el que debería utilizarse en esta ocasión. Lo adverso es el clima, no la climatología”.
Además de ser muy útil para quienes hablan frecuentemente en público, este trabajo del Instituto Cervantes lo es también, repetimos, para escritores, periodistas, traductores, redactores de manuales, folletos, locutores y todos aquellos que tienen como oficio expresarse oralmente o por escrito.
© José Luis Alvarez Fermosel
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