Algunos cinéfilos –entre los que me cuento- creen que un genio de la cinematografía mundial como Alfred Hitchcock no está siendo recordado como se merecería.
Pasan los años, cambia el cine, cambian los espectadores. Pero las buenas películas permanecen inmutables, algunas incluso se embellecen con el transcurso del tiempo, al descubrirse nuevos brillos en sus facetas de celuloide. Lo mismo pasa con ciertas piedras preciosas: los diamantes, a los que se encuentran nuevas irisaciones cada vez que se los expone a la luz del sol.
Psicosis, considerada como la obra cumbre de Hitchcock, sigue intacta en su verdadera dimensión, por encima del tiempo, las mutaciones y los mutantes.
De Hitchcock se pasa de vez en cuando un ciclo de tres películas en un canal de cable, o uno se lo encuentra de pronto en un cine club de la ciudad en que menos esperaría que se conociera al gordo y jocundo realizador inglés, que pasó tantos años en Hollywood, donde filmó sus mejores películas.
Cuando se cumplieron los cien años del nacimiento de Hitchcock -en 1999-, Cabrera Infante dijo que el gran maestro del cine de suspenso dejó, más que ningún otro director una pléyade de seguidores e imitadores (desde el italo-americano Martin Scorsese hasta el francés François Truffaut), quienes juraron que siempre le rindieron homenaje.
Los filmes de Hitchcock remarcaron la existencia de un hombre y de una carrera asombrosos que siguen examinándose con admiración o con envidia, con celos o con provecho pero siempre con pasión.
Han pasado 50 años desde del estreno de Psicosis, un filme que revolucionó el cine universal y el modo de filmar.
Se tiende otra mirada sobre la cinta y su director. No puede evitarse el escalofrío que produjo la primera vez la escena del apuñalamiento de Janet Leigh en la ducha -la actriz confesó años después que jamás pudo volver a ponerse bajo una ducha, se limitó al baño de inmersión-.
Habría que reconocer, y proclamarlo, que si el cine no es inferior a la literatura hay que clasificar a Alfred Hitchcock en la categoría de artistas a los que signaron su inquietud y su asombroso manejo del suspenso, como Kafka, Dostoievsky, Lovecraft, Poe…
Como dijo Truffaut, el cine de Hitchcock no siempre exalta pero siempre enriquece, aunque más no sea que por la lucidez con que denuncia las ofensas que los hombres hacen a la belleza y la pureza.
Stephen Robb, de la BBC Mundo, explica cómo Psicosis cambió la historia del cine.
Pasan los años, cambia el cine, cambian los espectadores. Pero las buenas películas permanecen inmutables, algunas incluso se embellecen con el transcurso del tiempo, al descubrirse nuevos brillos en sus facetas de celuloide. Lo mismo pasa con ciertas piedras preciosas: los diamantes, a los que se encuentran nuevas irisaciones cada vez que se los expone a la luz del sol.
Psicosis, considerada como la obra cumbre de Hitchcock, sigue intacta en su verdadera dimensión, por encima del tiempo, las mutaciones y los mutantes.
De Hitchcock se pasa de vez en cuando un ciclo de tres películas en un canal de cable, o uno se lo encuentra de pronto en un cine club de la ciudad en que menos esperaría que se conociera al gordo y jocundo realizador inglés, que pasó tantos años en Hollywood, donde filmó sus mejores películas.
Cuando se cumplieron los cien años del nacimiento de Hitchcock -en 1999-, Cabrera Infante dijo que el gran maestro del cine de suspenso dejó, más que ningún otro director una pléyade de seguidores e imitadores (desde el italo-americano Martin Scorsese hasta el francés François Truffaut), quienes juraron que siempre le rindieron homenaje.
Los filmes de Hitchcock remarcaron la existencia de un hombre y de una carrera asombrosos que siguen examinándose con admiración o con envidia, con celos o con provecho pero siempre con pasión.
Han pasado 50 años desde del estreno de Psicosis, un filme que revolucionó el cine universal y el modo de filmar.
Se tiende otra mirada sobre la cinta y su director. No puede evitarse el escalofrío que produjo la primera vez la escena del apuñalamiento de Janet Leigh en la ducha -la actriz confesó años después que jamás pudo volver a ponerse bajo una ducha, se limitó al baño de inmersión-.
Habría que reconocer, y proclamarlo, que si el cine no es inferior a la literatura hay que clasificar a Alfred Hitchcock en la categoría de artistas a los que signaron su inquietud y su asombroso manejo del suspenso, como Kafka, Dostoievsky, Lovecraft, Poe…
Como dijo Truffaut, el cine de Hitchcock no siempre exalta pero siempre enriquece, aunque más no sea que por la lucidez con que denuncia las ofensas que los hombres hacen a la belleza y la pureza.
Stephen Robb, de la BBC Mundo, explica cómo Psicosis cambió la historia del cine.
© José Luis Alvarez Fermosel
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