lunes, 25 de abril de 2011

Miradas y colores

El amarillo es el color de los locos. (Josep Pla)

El que tiene ictericia todo lo ve amarillo, lo cual no debe ser agradable, por más que el amarillo sea el color del sol y del oro.
El olor amarillo manchado de verde de la yegua muerta, de piel rojiza y largas y rubias crines, que encontró Curzio Malaparte en una aldea cerca de Nemirowskoie, pegada a las orillas del río Kodima, en Ucrania, en su tortuoso y torturante paso por la Europa tumefacta de la Segunda Guerra Mundial.
Hay quienes lo ven todo color de rosa (“La vie en rose”); pero hay que tener cuidado, porque en seguida viene el tío Paco con la rebaja y te pone en la realidad, que no es completamente negra ni completamente blanca, porque como se nos ha dicho y repetido hasta la saciedad, también hay zonas de grises.
Antes decían que el Danubio azul sólo era azul para los enamorados.

Las bellas mariposas azules del Himalaya

Una amiga mía estadounidense me dijo una vez en Nueva York, concretamente en el River Café, que en el Himalaya hay unas mariposas azules bellísimas. Lamentablemente no fuimos juntos a verlas.
El rojo es el color de la sangre y de la furia. Por eso se dice que cuando a uno le da un ataque de ira lo ve todo rojo.
Ahora se lleva mucho el color arándano, es decir, se llevan mucho esas frutitas azules del Sur.
El vino rojo ya no es más rojo, es azul, como los arándanos; y a ellos sabe: yo creo que con ellos se hace ya, y no con las uvas.
El vino que tiene Asunción no es tinto ni es blanco, ni tiene color, dice la copla vasca.
Mirar blanco suena a venir de haber veraneado en Helsinki y nos hace recordar la terebrante película “Insomnia”, con Al Pacino de protagonista.
Cerremos los ojos un rato. A ver con qué color miramos al abrirlos de nuevo.
Ya se sabe: todo es verdad y todo es mentira; todo es según el color del cristal con que se mira.

© José Luis Alvarez Fermosel

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