La Semana Santa española aglutina la religiosidad, el arte y la tradición.
Su origen se remonta al siglo XVI, cuando la Iglesia, deseosa de avivar la fe, trató de acercar al pueblo la pasión y muerte de Jesucristo de un modo más humano y, sobre todo, más palpable.
Para ello las autoridades eclesiásticas encargaron a escultores y tallistas de arte religioso, llamados imagineros, figuras que representaran paso a paso la pasión de Cristo.
Cargados sobre los hombros de los llamados penitentes, o costaleros, tocados por capirotes, las imágenes desfilan por las calles en procesiones, dando la impresión de que la Virgen llorando o Jesucristo con la cruz a cuestas caminan entre la muchedumbre.
Los días más importantes de la Semana Santa son los formados por el llamado Tríduo Pascual: el Jueves Santo, el Viernes Santo, en el que se conmemora la muerte de Cristo y su entierro y el Domingo de Resurrección.
Es costumbre visitar el Jueves Santo siete iglesias cuando el Santísimo se pasa de su altar a otra capilla.
Huele intensamente a incienso en las iglesias. En las calles redoblan tambores y se oyen cantar saetas, piezas desgarradoras del “cante jondo”, cuyas letras contienen el dolor por el trance de Cristo hasta su crucifixión.
Simbolismo
La palabra Pascua deriva de Ostana, un festival del equinoccio de la primavera, el 21 de marzo (en el hemisferio Norte), cuando la Naturaleza vuelve a la vida después del invierno.
De esto se desprende el simbolismo del conejo, como símbolo de fecundidad y los huevos coloreados como rayos de un sol que renace.
El conejo de Pascua es una tradición de Europa Occidental.
A partir del siglo XII se difunde la costumbre de regalar huevos para la Pascua de diferentes materiales y formas.
El huevo de chocolate nace en la Corte de Versalles en el siglo XVI.
Francisco I de Francia recibió el primer huevo de chocolate con sorpresa de que se tenga noticia documentada.
Dentro había una miniatura grabada que representaba la Pasión.
© José Luis Alvarez Fermosel
Su origen se remonta al siglo XVI, cuando la Iglesia, deseosa de avivar la fe, trató de acercar al pueblo la pasión y muerte de Jesucristo de un modo más humano y, sobre todo, más palpable.
Para ello las autoridades eclesiásticas encargaron a escultores y tallistas de arte religioso, llamados imagineros, figuras que representaran paso a paso la pasión de Cristo.
Cargados sobre los hombros de los llamados penitentes, o costaleros, tocados por capirotes, las imágenes desfilan por las calles en procesiones, dando la impresión de que la Virgen llorando o Jesucristo con la cruz a cuestas caminan entre la muchedumbre.
Los días más importantes de la Semana Santa son los formados por el llamado Tríduo Pascual: el Jueves Santo, el Viernes Santo, en el que se conmemora la muerte de Cristo y su entierro y el Domingo de Resurrección.
Es costumbre visitar el Jueves Santo siete iglesias cuando el Santísimo se pasa de su altar a otra capilla.
Huele intensamente a incienso en las iglesias. En las calles redoblan tambores y se oyen cantar saetas, piezas desgarradoras del “cante jondo”, cuyas letras contienen el dolor por el trance de Cristo hasta su crucifixión.
Simbolismo
La palabra Pascua deriva de Ostana, un festival del equinoccio de la primavera, el 21 de marzo (en el hemisferio Norte), cuando la Naturaleza vuelve a la vida después del invierno.
De esto se desprende el simbolismo del conejo, como símbolo de fecundidad y los huevos coloreados como rayos de un sol que renace.
El conejo de Pascua es una tradición de Europa Occidental.
A partir del siglo XII se difunde la costumbre de regalar huevos para la Pascua de diferentes materiales y formas.
El huevo de chocolate nace en la Corte de Versalles en el siglo XVI.
Francisco I de Francia recibió el primer huevo de chocolate con sorpresa de que se tenga noticia documentada.
Dentro había una miniatura grabada que representaba la Pasión.
© José Luis Alvarez Fermosel
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