Dice Enrique Estrázulas en su novela Tango para intelectuales: … Por entre las hojas de las plantas que separan el Bar di Marzio (donde pienso estas cosas) y el restaurante Sabatini me llegó la canzoneta Maria Marì como un aire de tango. Un nostalgión. Quien sabe…
La relectura en estos días de la novela de Estrázulas, en particular del párrafo transcrito, me trae el recuerdo de la canzoneta Maria Marì, escuchada en todas y cada una de las ciudades de Italia en que estuve en mi época de viajero impenitente.
La hermosa canción de Russo y Di Capua sonaba triste y alegre a la vez; nunca tan bella y tan evocadora como en las callejuelas del Trastevere romano, con su aroma de naranjas y especias y su cruda luz de cuadro de Sorolla.
Lolas, ríen. Cármenes, lloran…
La relectura en estos días de la novela de Estrázulas, en particular del párrafo transcrito, me trae el recuerdo de la canzoneta Maria Marì, escuchada en todas y cada una de las ciudades de Italia en que estuve en mi época de viajero impenitente.
La hermosa canción de Russo y Di Capua sonaba triste y alegre a la vez; nunca tan bella y tan evocadora como en las callejuelas del Trastevere romano, con su aroma de naranjas y especias y su cruda luz de cuadro de Sorolla.
Lolas, ríen. Cármenes, lloran…
Decía César Gozález-Ruano –el maestro de todos nosotros- en uno de sus magistrales artículos publicado en el ABC de Madrid: Lolas, ríen. Cármenes, lloran. ¿De qué color eran aquellos ojos? ¿De qué calor la fiebre de sus manos? ¿Es posible, Dios mío, que las estatuas tengan temperatura humana?
La cazoneta, el aire de tango nos debieron hacer el mismo efecto a Estrázulas y a mí; y seguramente acudieron a nuestra memoria Lolas que se reían y Cármenes que lloraban y nos hicimos las mismas preguntas que el inolvidable César –sí, he vuelto a citarlo-.
Soy amigo de Enrique Estrázulas desde hace muchos años, casi tantos como los que llevo brujuleando por estas playas.
Nos hemos visto en Buenos Aires, cuando él fungía aquí de diplomático y en su Montevideo natal.
Calle Corrientes. Parque Rodó. La agencia EFE. El diario El Día. Whiskies en el bar Ramos de Buenos Aires, o grapa en aquella taberna de la Ciudad Vieja de Montevideo, con un cartel de toros desprendiéndose a jirones de una de las paredes.
Letras y lentejas
Hace mucho tiempo que no nos vemos. La última vez coincidimos en una cena a la que asistió, entre otra gente, Gil Bertin, director entonces de la Agence France Presse en Argentina. Yo había preparado unas lentejas que, según dijeron todos, me salieron muy ricas.
Fue entonces cuando Enrique me regaló su novela Tango para intelectuales, y me la dedicó. Estrázulas pertenence a una distinguida y tradicional familia uruguaya. Su madre, María Montero Zorrilla de San Martín era nieta del vate patrio Juan Zorrilla de San Martín, autor del poema épico Tabaré, basado en los trágicos amores de una joven española y un mestizo charrúa.
Periodista en El Día de Montevideo, fundador del semanario Brecha, Enrique Estrázulas escribió en publicaciones rioplatenses como El País, La Opinión y Somos e incursionó con fortuna en varios géneros literarios, entre ellos la poesía, el cuento y el ensayo.
Es autor de una veintena de libros. A juicio de la crítica sigue la rica vena tradicional de Felisberto Hernández, continuada después por Mario Benedetti, Mario Levrero y otros.
El párrafo de Tango para intelectuales al que me referí al principio termina diciendo: Pueden haber pasado muchas cosas pero la realidad es que, repentinamente, soy consciente de que nunca estuve del todo en esta plaza, de que siempre estuve merodeando Roma con el pensamiento volado como un nubarrón que se evade hacia las tristes azoteas del sur.
Maria Marì escuchada con ritmo de tango. No se necesita más para que la cometa del recuerdo se remonte por encima de las claraboyas y los viejísimos cielos.
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