Cuando uno va para tonto en España le llaman gilipuertas. Eso tiene
remedio. A uno lo pueden corregir, o puede uno corregirse solo.
Lo malo es que si uno se deja estar puede devenir gilipollas, y eso es
ya mucho más grave. De la gilipollez es muy difícil salir. Se puede -ha habido
casos-, pero es muy difícil.
Pero la soplapollez, que viene a ser la categoría inmediatamente
superior, no tiene remedio. De la soplapollez no se sale, ni con esfuerzo ni,
mucho menos, sin él.
La soplapollez no retrograda; antes bien, es terminal. Un soplapollas,
o un reverendo pelotudo, como se dice en Argentina, lo será toda su vida. Una
vez que se ha llegado a ser soplapollas no se puede ser otra cosa. No hay
salida.
Se han probado varios posibles remedios, ortodoxos y heterodoxos. Se
ha hablado del hipnotismo, del electrochoque, incluso de la cirugía. Nada
sirve.
Por haberse dejado estar y haber llegado a ese estadio, un soplapollas
lo será ya para el resto de sus días. No hay vuelta de hoja.
- Pues parece que la mandrágora, que según dicen es afrodisíaca, cura
también la epilepsia y la idiotez.
- La soplapollez, no. La soplapollez es hispánica, dura, terca, necia,
rebelde…: invencible, ya dije.
- La mandrágora…
- Sí, ya sé que la mandrágora, según el Diccionario de la Biblia de Haag, es “un fruto amarillento de
agradable aroma (Cant.7,14), perteneciente a la Mandrágora Vernalis, del género belladonna,
considerado en Oriente, todavía hoy, como un afrodisíaco que, además, devuelve
la fertilidad a la mujer estéril”.
En la Edad Media –y aún en la moderna, recuérdese la comedia de
Maquiavelo- lo que contaba no era el fruto de la planta, sino su raíz, que se libera
a nivel del suelo de una forma muy peculiar.
- Entonces…
- No me haga repetirlo, la soplapollez no tiene arreglo, ni con
mandrágora ni sin ella.
- ¿Y hay muchos soplapollas en el mundo?
- ¡Hombre, ya lo dijo Salomón, que era un sabio!: “Stultorum numerus
infinitum est”.
© José Luis Alvarez Fermosel
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