- Aquí tenemos las
salidas.
- Sí: Amsterdam,
Viena, Madrid, Lisboa…
- Y Roma, no nos
olvidemos de Roma.
- Por supuesto. ¡A
Roma por todo!
- O por lo menos a
Rávena, a escoger un mosaico.
- Eso suena a Paul
Morand.
- Sí, pero volviendo
a Roma. No he visto todavía la última película de Woody Allen, “A Roma con
amor”.
- Yo tampoco, pero
me han dicho que es muy buena.
- Habrá que verla,
entonces.
- Ya me veo yo en Roma,
en la Via Francesco Crespi, desembocando en la Via Sistina, que lleva a la
Piazza Di Monti. Hay que detenerse en lo alto de la Escalinata Española, con la
iglesia de la Trinità dei Monti, con sus dos campanarios gemelos. Al pie de la
escalinata, la Piazza Di Spagna y asomando por el extremo más alejado de la
plaza, la Via Condotti, una calle larga y recta donde están las tiendas de las
grandes firmas internacionales: Rosenthal, Pucci, Ginori, Gucci, Bulgari…
- ¡La Fontana di
Trevi!
- Precisamente, Caritas
acaba de recoger 540000 euros (653000 dólares) en monedas de las que se tiran
al agua verdosa de la fuente para asegurarse, según la tradición, el regreso a
la Ciudad Eterna. Esa suma, un récord, se destinará a la beneficencia.
- Anita Ekberg se
daba un chapuzón nocturno en la fuente, en “La dolce vita”, de Fellini.
- ¿Y la canción, la
canción de la película, que era tan pegadiza? ¿Cómo se titulaba, que no me
acuerdo?
- “Patricia”.
- ¡Eso, “Patricia”!
“Cuando la bellísima Patricia…”.
- Después de Roma,
París.
-¡Sí! Los Grandes Bulevares, de nuevo el Louvre,
Notre Dame, Place Vendôme, la Madeleine, los jardines del Luxemburgo -con sus
castaños de Indias-, las Tullerías, el Bois de Bologne. Y ese otro París de la
Rive Gauche, con sus librerías de lance y sus pintores. Los puentes del Sena.
Hemigway decía que siempre es agradable cruzar puentes en París. (El Pont Neuf
es el más antiguo.) Los cafés, los bares, el Fouquet, el Select, el Café de la
Paix, el mercado Fauchon…
- Y Viena…
- Viena, sí, donde
nada más llegar tendríamos que comprarnos un Loden (1) y tomarnos un café en cualquiera
de los mil que hay repartidos por la ciudad.
- ¿Por qué no el
Drechsler, cerca del mercado “Naschmark”, entre la Plaza de San Carlos y la
estación de metro “Kettenbrückengasse”, con su aire modernista, sus
divanes rojos y el gran espejo rectangular?
- Y pedir una
versión abreviada del “1-2-3-4”: un café, dos vasos de agua, tres periódicos y
cuatro horas para leerlos.
- El Prater, con Orson
Welles y Joseph Cotten en la noria, en “El tercer hombre”.
- No sé si a alguno
de nuestros amigos más jóvenes le dirá algo esto que estamos recordando.
- A Madrid, por fin,
que de Madrid al cielo.
- Esperemos a que
salga del Purgatorio.
(1) Tejido de un
color verde abeto cuyo origen se remonta al siglo XII, cuando unos campesinos
tiroleses intentaron lavar una simple tela de lana metiéndola en agua hirviendo.
La tela encogió y tomó un aspecto muy especial, impermeabilizándose.
Actualmente se logra el mismo resultado con técnicas más avanzadas, que dieron
lugar al clásico abrigo Loden. La fábrica principal, en Insbruck, manufactura
50 clases de tejidos diferentes, con mezclas de fibras, alpaca y “cashemere”.
© José Luis Alvarez Fermosel
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