lunes, 6 de agosto de 2012

Sobre Rachmaninoff



Tu negro piano, lleno de sextantes, solloza un vals entre los planisferios

Muchos críticos de cualquier disciplina probaron suerte con la disciplina antes de ser críticos, y les fue mal. Por eso se hicieron críticos y por eso –hay honrosas excepciones- tienen una mala leche de aquí te espero, Baldomero.
César Cui (1) dijo de la Primera sinfonía de Sergei Rachmaninoff: “Si existiera un conservatorio en el infierno y se encargara a uno de los alumnos más dotados que compusiera una sinfonía programática sobre las siete plagas de Egipto, y escribiera una sinfonía similar a la del señor Rachmaninoff, lo haría brillantemente, para delicia de los habitantes del infierno, tan demoníacas son sus disonancias”.
Críticas adversas como la de Cui y el hecho de no haber conservado los derechos de autor del Preludio en do sostenido menor, que le habrían hecho rico, sumieron a Rachmaninoff en una depresión durante tres años. El neurólogo Nikolai Dahl pudo curarle, sometiéndole a varias sesiones de hipnosis.
Tras un viaje a Italia escribió las primeras notas de la que sería una de sus obras maestras: el Concierto Nº 2 para piano y orquesta. Trabajó como director en la Opera del Bolshoi y compuso numerosas obras, entre ellas la Segunda sinfonía y el Concierto Nº 3 para piano y orquesta.
El y Josef Hofmann brillaron cegadoramente como pianistas en su época, tal vez como ninguno.
Rachmaninoff fue un extraordinario músico: compositor, ejecutante, director; dotado de una memoria fotográfica, que le permitía sentarse al piano e interpretar cualquier obra, aunque sólo la hubiera escuchado una vez.
Fue uno de los pianistas más precisos: de sus dedos emanaba una sonoridad broncínea, las notas exactas parecían incorporadas a su organismo, su ritmo fue representativo de la mejor interpretación romántica.
Grabó primero para Edison, en 1919, y luego para R. C. A. Víctor, que editó en 1970 cinco álbumes con todo lo grabado por él, incluyendo los discos de Edison y otros que no se han dado a conocer.
Hay para escribir cientos de páginas –muchos lo han hecho- sobre este músico excepcional que, según un panegírico que escribió su íntimo amigo Josef Hofmann en 1945, tenía los brazos de acero y el corazón de oro.

 (1) Militar del cuerpo de ingenieros, especialista en fortificaciones. Como compositor fue el menos talentoso de un grupo llamado los Cinco Rusos, y aunque compuso a destajo su música no perduró, menos una pieza titulada Orientale. La agrupación de los Cinco estuvo integrada por César Cui, Mili Balakirev, Modesto Mussorgsky, Nicolai Rimsky-Korsakov y Alexander Borodin.

© José Luis Alvarez Fermosel

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