Tu negro piano, lleno de sextantes, solloza un vals entre los
planisferios…
Muchos críticos de
cualquier disciplina probaron suerte con la disciplina antes de ser críticos, y
les fue mal. Por eso se hicieron críticos y por eso –hay honrosas excepciones- tienen
una mala leche de aquí te espero, Baldomero.
César Cui (1) dijo
de la Primera sinfonía de Sergei
Rachmaninoff: “Si existiera un
conservatorio en el infierno y se encargara a uno de los alumnos más dotados
que compusiera una sinfonía programática sobre las siete plagas de Egipto, y
escribiera una sinfonía similar a la del señor Rachmaninoff, lo haría
brillantemente, para delicia de los habitantes del infierno, tan demoníacas son
sus disonancias”.
Críticas adversas
como la de Cui y el hecho de no haber conservado los derechos de autor del Preludio en do sostenido menor, que le habrían hecho rico, sumieron a Rachmaninoff
en una depresión durante tres años. El neurólogo Nikolai Dahl pudo curarle,
sometiéndole a varias sesiones de hipnosis.
Tras un viaje a
Italia escribió las primeras notas de la que sería una de sus obras maestras:
el Concierto Nº 2 para piano y orquesta. Trabajó
como director en la Opera del Bolshoi y compuso numerosas obras, entre ellas la
Segunda sinfonía y el Concierto Nº 3 para piano y orquesta.
El y Josef Hofmann brillaron
cegadoramente como pianistas en su época, tal vez como ninguno.
Rachmaninoff fue un
extraordinario músico: compositor, ejecutante, director; dotado de una memoria
fotográfica, que le permitía sentarse al piano e interpretar cualquier obra,
aunque sólo la hubiera escuchado una vez.
Fue uno de los
pianistas más precisos: de sus dedos emanaba una sonoridad broncínea, las notas
exactas parecían incorporadas a su organismo, su ritmo fue representativo de la
mejor interpretación romántica.
Grabó primero para
Edison, en 1919, y luego para R. C. A. Víctor, que editó en 1970 cinco álbumes
con todo lo grabado por él, incluyendo los discos de Edison y otros que no se
han dado a conocer.
Hay para escribir
cientos de páginas –muchos lo han hecho- sobre este músico excepcional que,
según un panegírico que escribió su íntimo amigo Josef Hofmann en 1945, tenía
los brazos de acero y el corazón de oro.
(1) Militar del cuerpo de ingenieros,
especialista en fortificaciones. Como compositor fue el menos talentoso de un
grupo llamado los Cinco Rusos, y aunque compuso a destajo su música no perduró,
menos una pieza titulada Orientale.
La agrupación de los Cinco estuvo integrada por César Cui, Mili Balakirev,
Modesto Mussorgsky, Nicolai Rimsky-Korsakov y Alexander Borodin.
© José Luis Alvarez Fermosel
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