Sombras en la calle, en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera. Sombras nada más, melancolizaba aquel tango.
La escena parece arrancada de un “film noir” y a uno, hablando de películas, le recuerda la obra maestra de Carol Reed, “El tercer hombre” –con guión de Graham Greene-, en la que el gran director británico jugaba magistralmente con las luces y las sombras, y sombríos rostros en primer plano de hombres y mujeres en una Viena arrasada por la guerra.
La cítara de Anton Karas subrayaba la acción con dramatismo y al mismo tiempo la música era de una belleza obsesionante.
Aquí no tenemos cítara, sino violín, y vaya uno a saber que melodía está interpretando el hombre del sombrero y la gran nariz. Quizás una czarda, o un pasaje del Concierto para violín y orquesta en re mayor, opus 35, de Peter Tschaikowsky.
Más bien cabría imaginar que el violinista callejero no está para tales exquisiteces y, en todo caso, para ganarse unas monedas toca algo romántico pero más sencillo, como el viejo vals Fascinación, aunque no sea más que para alegrar un poco una noche tan densa, tan oscura que los personajes, los dos únicos personajes parecen sombras chinescas.
El hombre trazado con tinta china se pierde bajo su paraguas en lo que pronto será una lejanía abstracta. Nunca sabremos más de él. Ni tampoco, quizás, del violinista. Los violinistas escasean, hoy en día. Y los pocos que hay tocan en orquestas y no salen de noche.
Todo está aderezado como con tinta de calamar, recortado en silueta, al menos el rostro del hombre que toca el violín. Una bruma espesa, para que no exista ni un presentimiento de claridad.
La imagen tiene fuerza y no es inquietante, ni mucho menos ominosa. Las notas -que no se oyen- del violín, convierten el acotado panorama en la ilustración de una novela policíaca o la escena de una película, ya lo hemos dicho.
© José Luis Alvarez Fermosel
La escena parece arrancada de un “film noir” y a uno, hablando de películas, le recuerda la obra maestra de Carol Reed, “El tercer hombre” –con guión de Graham Greene-, en la que el gran director británico jugaba magistralmente con las luces y las sombras, y sombríos rostros en primer plano de hombres y mujeres en una Viena arrasada por la guerra.
La cítara de Anton Karas subrayaba la acción con dramatismo y al mismo tiempo la música era de una belleza obsesionante.
Aquí no tenemos cítara, sino violín, y vaya uno a saber que melodía está interpretando el hombre del sombrero y la gran nariz. Quizás una czarda, o un pasaje del Concierto para violín y orquesta en re mayor, opus 35, de Peter Tschaikowsky.
Más bien cabría imaginar que el violinista callejero no está para tales exquisiteces y, en todo caso, para ganarse unas monedas toca algo romántico pero más sencillo, como el viejo vals Fascinación, aunque no sea más que para alegrar un poco una noche tan densa, tan oscura que los personajes, los dos únicos personajes parecen sombras chinescas.
El hombre trazado con tinta china se pierde bajo su paraguas en lo que pronto será una lejanía abstracta. Nunca sabremos más de él. Ni tampoco, quizás, del violinista. Los violinistas escasean, hoy en día. Y los pocos que hay tocan en orquestas y no salen de noche.
Todo está aderezado como con tinta de calamar, recortado en silueta, al menos el rostro del hombre que toca el violín. Una bruma espesa, para que no exista ni un presentimiento de claridad.
La imagen tiene fuerza y no es inquietante, ni mucho menos ominosa. Las notas -que no se oyen- del violín, convierten el acotado panorama en la ilustración de una novela policíaca o la escena de una película, ya lo hemos dicho.
© José Luis Alvarez Fermosel
2 comentarios:
Excelente fotografía y mejor comentario. Algún viento me trajo por aqui por casualidad y he pasado un buen rato. Leo tu curriculo y me quedo admirada, yo soy apenas una pequeña voz, perdida en el infinito mundo de la red.
Seguro es que volveré, si me lo permites, ha sido grato leerte.
Vuelve, Marysol, cuando quieras. Esta es tu casa. Bendigo los buenos vientos que te trajeron a ella e hicieron sonar tu voz, que no es pequeña sino de contralto. Afectuosos saludos.
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