¿Con qué pintaron, con qué materiales hicieron sus obras los grandes maestros? Los colores de sus cuadros desafiaron el paso de los siglos y permanecen intactos.
Ahora los cuadros empalidecen, la pintura se desvanece, se diluye.
Tengo enmarcada en mi estudio una hermosa aguada que me regaló un prestigioso dibujante de humor e historietista cuyos vívidos colores han ido perdiendo su intensidad.
- ¿No la tendrás al sol, no le dará el sol? -me pregunta un amigo a quien le comento el fenómeno-.
Aunque así fuera, no me parece normal que el sol se coma los colores de los cuadros, si los colores se formaron con pinturas de buena calidad, que es a lo que voy.
Creo que esa es la cuestión. La calidad. La calidad de todo. La famosa calidad de vida de la que se habla tanto, y que cada vez es peor.
Estamos tan centrados, tan obsesionados, diría yo, con lo virtual, que lo real lo vivimos de cualquier manera, con cierto automatismo.
¡Venga, peñas y buen tiempo! Pasan los días, pasan las cosas. “Argentinos, a las cosas”, dijo Ortega y Gasset. No sé si le hicimos caso.
Ya no se confeccionan determinados artículos con el primor de antes. Todo se hace a mogollón.
Otro amigo me hace notar que las artes y los oficios tienden a desaparecer. Se teme que la artesanía se convierta muy pronto en una entelequia.
- ¿Dónde encuentras hoy en día un herrero –me dice-, un ebanista, un vidriero, un talabartero?
- Hombre, algunos hay; lo que pasa es que no siempre son fáciles de encontrar.
- Porque cada día hay menos –insiste mi amigo-. Los que encuentras a carradas son los diseñadores gráficos, los ingenieros de sistemas… y los “hackers”. Alguno de estos últimos ha montado un cirio de no te menées, recientemente.
Es posible que sea cierto. Lo que manda es la Internet, nutrir la web, o el blog, estar en una red social. Ser moderno. Ser minimalista. Ser “cool”.
No es que uno piense que esté mal que nos adaptemos, aun que nos entreguemos con entusiasmo a las novedades propias de una era en la que la tecnología de las comunicaciones es lo principal.
Pero lo cortés no quita lo valiente. La artesanía, los oficios deben perdurar. Las pinturas con que se pintan los cuadros deben elaborarse como Dios manda, lo mismo que otras muchas cosas, como las telas. ¿Vieron cómo se arrugan las telas, las de los trajes, sobre todo?
Sigo mirando melancólicamente mi desvaída acuarela. Y me pregunto si no estará anticipando simbólicamente una pérdida general de color y el advenimiento de la palidez en las artes, los oficios, las responsabilidades, los valores, las conductas…
Ahora los cuadros empalidecen, la pintura se desvanece, se diluye.
Tengo enmarcada en mi estudio una hermosa aguada que me regaló un prestigioso dibujante de humor e historietista cuyos vívidos colores han ido perdiendo su intensidad.
- ¿No la tendrás al sol, no le dará el sol? -me pregunta un amigo a quien le comento el fenómeno-.
Aunque así fuera, no me parece normal que el sol se coma los colores de los cuadros, si los colores se formaron con pinturas de buena calidad, que es a lo que voy.
Creo que esa es la cuestión. La calidad. La calidad de todo. La famosa calidad de vida de la que se habla tanto, y que cada vez es peor.
Estamos tan centrados, tan obsesionados, diría yo, con lo virtual, que lo real lo vivimos de cualquier manera, con cierto automatismo.
¡Venga, peñas y buen tiempo! Pasan los días, pasan las cosas. “Argentinos, a las cosas”, dijo Ortega y Gasset. No sé si le hicimos caso.
Ya no se confeccionan determinados artículos con el primor de antes. Todo se hace a mogollón.
Otro amigo me hace notar que las artes y los oficios tienden a desaparecer. Se teme que la artesanía se convierta muy pronto en una entelequia.
- ¿Dónde encuentras hoy en día un herrero –me dice-, un ebanista, un vidriero, un talabartero?
- Hombre, algunos hay; lo que pasa es que no siempre son fáciles de encontrar.
- Porque cada día hay menos –insiste mi amigo-. Los que encuentras a carradas son los diseñadores gráficos, los ingenieros de sistemas… y los “hackers”. Alguno de estos últimos ha montado un cirio de no te menées, recientemente.
Es posible que sea cierto. Lo que manda es la Internet, nutrir la web, o el blog, estar en una red social. Ser moderno. Ser minimalista. Ser “cool”.
No es que uno piense que esté mal que nos adaptemos, aun que nos entreguemos con entusiasmo a las novedades propias de una era en la que la tecnología de las comunicaciones es lo principal.
Pero lo cortés no quita lo valiente. La artesanía, los oficios deben perdurar. Las pinturas con que se pintan los cuadros deben elaborarse como Dios manda, lo mismo que otras muchas cosas, como las telas. ¿Vieron cómo se arrugan las telas, las de los trajes, sobre todo?
Sigo mirando melancólicamente mi desvaída acuarela. Y me pregunto si no estará anticipando simbólicamente una pérdida general de color y el advenimiento de la palidez en las artes, los oficios, las responsabilidades, los valores, las conductas…
© José Luis Alvarez Fermosel
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