Los esnobs, los nuevos ricos, los ignorantes y los que quieren llamar la atención buscan en el arte lo raro, lo novedoso, lo excéntrico y lo chocante. (Pablo Picasso)
Esas personas a las que se refiere Picasso buscan lo mismo en la gastronomía, que si bien se mira, o aunque se mire mal, es otro arte.
La obsesión por estar en boga lleva también a desvirtuar o barroquizar la manera de preparar los alimentos.
“Lo malo son las modas”, dice acertadamente uno de los artífices de la buena cocina, que empezó a moverse con soltura entre sartenes y cacerolas siendo un niño, llegó muy lejos, coronó cotas elevadas, enseñó, viajó y todavía joven decidió tomarse la vida con calma y recorrer de nuevo su país en jeep, con su fiel perra Luna al lado y una tienda de campaña plegada en la baulera.
Un hombre con sentido común, sensato y que, como verdaderamente sabe de lo suyo, carece de impostaciones e imposturas y dice las cosas como son.
Hablamos de Francis Mallmann, que está tan harto como muchos de nosotros de que le den gato por liebre y de escuchar la oración del Malbec recitada por gente que, con la obsesión de pronunciar bien, frunce la boquita de manera tal que para decir ciento once tienen que decir uno, uno, uno.
Lo malo son las modas, ciertamente. Y el mal gusto, que consiste en confundir la moda que no vive más que de cambios con lo bello que perdura, que dijo Stendhal.
Lleva razón Mallmann, un hombre que tiene profundidad, estabilidad autoridad y sensibilidad. Como dijo Baudelaire, hay que respetar la sensibilidad de cada persona, porque es su genio.
Pero como reza una expresión que también está de moda: “Es lo que hay”.
Así que seguiremos con los varietales en general y el Malbec en particular. Y con esos vinos negros –por tintos- que dejan la copa manchada de azul.
No hay que perderse, al respecto de lo que hemos dicho hasta ahora, la entrevista de Sabrina Cuculiansky a Francis Mallmann publicada en la revista de los domingos del diario La Nación de Buenos Aires.
Esas personas a las que se refiere Picasso buscan lo mismo en la gastronomía, que si bien se mira, o aunque se mire mal, es otro arte.
La obsesión por estar en boga lleva también a desvirtuar o barroquizar la manera de preparar los alimentos.
“Lo malo son las modas”, dice acertadamente uno de los artífices de la buena cocina, que empezó a moverse con soltura entre sartenes y cacerolas siendo un niño, llegó muy lejos, coronó cotas elevadas, enseñó, viajó y todavía joven decidió tomarse la vida con calma y recorrer de nuevo su país en jeep, con su fiel perra Luna al lado y una tienda de campaña plegada en la baulera.
Un hombre con sentido común, sensato y que, como verdaderamente sabe de lo suyo, carece de impostaciones e imposturas y dice las cosas como son.
Hablamos de Francis Mallmann, que está tan harto como muchos de nosotros de que le den gato por liebre y de escuchar la oración del Malbec recitada por gente que, con la obsesión de pronunciar bien, frunce la boquita de manera tal que para decir ciento once tienen que decir uno, uno, uno.
Lo malo son las modas, ciertamente. Y el mal gusto, que consiste en confundir la moda que no vive más que de cambios con lo bello que perdura, que dijo Stendhal.
Lleva razón Mallmann, un hombre que tiene profundidad, estabilidad autoridad y sensibilidad. Como dijo Baudelaire, hay que respetar la sensibilidad de cada persona, porque es su genio.
Pero como reza una expresión que también está de moda: “Es lo que hay”.
Así que seguiremos con los varietales en general y el Malbec en particular. Y con esos vinos negros –por tintos- que dejan la copa manchada de azul.
No hay que perderse, al respecto de lo que hemos dicho hasta ahora, la entrevista de Sabrina Cuculiansky a Francis Mallmann publicada en la revista de los domingos del diario La Nación de Buenos Aires.
© José Luis Alvarez Fermosel
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