jueves, 19 de mayo de 2011

Hielo insalubre

El coronel (retirado) Howard K. Wilkinson llevaba una temporada sintiéndose mal. Le parecía que se hinchaba, por utilizar una expresión más propia de la jerga del East End (1) que del refinado lenguaje de los vecinos de Belgravia, uno de los más céntricos y selectos barrios de Londres, en el que habitaba en compañía de su “valet”, Horace, que había servido a sus órdenes en Mandahar (Afganistán) con el grado de sargento y su ama de llaves, Mrs. Wooster. El coronel era viudo, sin hijos.
El coronel Wilkinson había recibido una esmerada educación: Trinity College, Oxford, Royal Military College (R.M.C.). Servicio en la India, por supuesto, en la que se distinguió como hábil administrador y soldado valeroso y competente, llegando a ejercer el mando del 70 Regimiento de Rifleros de Burma.
Su carrera “overseas” (2) estaba tachonada de honores y condecoraciones, entre éstas últimas la Orden de Servicios Distinguidos (D.S.O.) y la Orden del Imperio Británico (O.B.E.).
Considerado como el mejor fusilero de Assam, la tórrida jungla de Assan, barrida por el monzón, también había practicado el “pig sticking”, o caza del jabalí con lanza, muy apreciada por los ingleses en la India.
A su regreso a Inglaterra jugó durante algún tiempo al badminton y al cricquet.
El coronel, apenas pasados los 60 años, era, pues, un hombre recio, fuerte, pero de peso proporcionado a su contextura. Tenía el pelo gris acero y un bigote el mismo color, de discretas guías.
Ultimamente el coronel Wilkinson había aumentado de peso. Su abdómen sobresalía. Tuvo que desechar algunos trajes que le quedaban estrechos y planeaba una visita a su sastre, en Savile Row (3).
Se ceñía con una faja cuando tenía que usar los trajes de etiqueta: el esmóquin para las cenas, el chaqué para las bodas y otras ceremonias oficiales y el frac para las sesiones de ópera del Covent Garden.
- Esta hinchazón… –se lamentaba.
Su prima Harriette, que era su confidente y su mejor amiga, le había aconsejado que limitara por algún tiempo sus copiosos almuerzos en el club (el Traveller) y que bebiera menos whisky.
Un día le observó con más detenimiento.
- Tienes razón, Howard, parece que estuvieras hinchándote.
- Lo cual no me hace ninguna gracia, porque que me parece que estoy envejeciendo.
- No todos los viejos son gordos
–respondió Harriette, con gran sentido de la realidad y ninguno de la diplomacia.
- Tal vez debería ir a ver al viejo Bill -dijo el coronel.
William Bill Braid, ex médico militar, viejo camarada de armas del coronel, todavía ejercía en Harley Street (4).

Decisión

Un día, el coronel Wilkinson, después de tomar el té –que seguía recibiendo de Ceylán-, dijo con tono enérgico, tirando sobre un divan el libro sobre Benjamin Disraeli -el gran impulsor del imperialismo británico-, que había empezado a leer.
- ¡Mañana iré a ver a Bill!
Su prima levantó la cabeza de su labor de “crochet” y la volvió a bajar enseguida. No hizo ningún comentario.
A la mañana siguiente, luego del desayuno y la lectura del Times, el coronel se vistió –ayudado por Horace, como de costumbre- con un traje cruzado a rayas, requirió su “trench coat” (5), su sombrero Lock y su paraguas y salió de su confortable hogar de Belgravia.
Lloviznaba, pero tuvo la suerte de hallar enseguida un “cab” (6) y pidió al taxista que le condujera a Harley Street.
El consultorio del doctor Braid apenas se diferenciaba de los de otros médicos de la calle Harley. Lo único que quizás no tuvieran muchos, o ninguno, era un magnífico armario del arquitecto y diseñador Charles Rennie Mackintosh (1868-1928), perteneciente al repertorio decorativo de la escuela de Glasgow.
Los dos camaradas se saludaron como si se hubieran visto el día anterior y enseguida comenzaron a cambiar las consabidas observaciones acerca del tiempo, a las que tan aficionados son los ingleses.
Al cabo, el médico hizo pasar a su amigo a una salita equipada con una camilla y el instrumental de rigor, le despojó de parte de sus elegantes ropas y le sometió a un concienzudo reconocimiento.

¡Maldito hielo…!

- Vístete y vuelve al despacho –dijo el doctor Braid cuando terminó de examinar a su amigo.
El ex militar y el galeno, separados por el ancho de la mesa del escritorio, se miraron fijamente en silencio a los ojos, que ambos tenían azules y ligeramente abultados.
Al cabo de unos segundos, rompió el fuego el coronel:
- ¡Por Dios, Bill!, ¿qué tengo?
- Nada de particular, tranquilizate. Padeces de hidropesía.
- ¿Hidropesía? ¿Y eso qué es?
- Acumulación de agua en los tejidos
.
El coronel, sempiterno bebedor de whisky “on the rocks” (8) -a diferencia de la mayoría de sus compatriotas, que bebe cerveza, jerez y gin-, se levantó de un salto de su silla, llevándose las manos a la cabeza.
- ¿Agua? –rugió.
Y al instante, recordando, se volvió a sentar y bajó mansamente la cabeza.
- Debe haber sido el hielo...

1) Barrio popular del Este de Londres.
2) Extranjero
3) Calle de Londres( en Mayfair) famosa por sus sastrerías y otras tiendas de venta de ropa de primerísimo nivel para caballeros.
4) La calle de los médicos.
5) Impermeable cruzado de corte militar
6) Taxi.
7) Con varios cubos de hielo.

© José Luis Alvarez Fermosel

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