El impuntual es un grosero, que me perdonan, pero alguna vez hay que decir las cosas como son. Recordemos a Quevedo: Siempre se ha de sentir lo que se dice, ¿nunca se ha de decir lo que se siente…?
Los psicólogos, que gustan de buscarle tres pies al gato, ligan esta grosería con desórdenes mentales, vicios, miedos, fobias y otras zarandajas. El caso es complicarlo todo.
Para ser puntual, como para tantas otras cosas de la vida, lo que hay que hacer es tener fuerza de voluntad y ponerse a ello: a llegar a tiempo a todas partes.
Es como dejar de fumar. Para dejar de fumar, un día hay que decir: a partir de este momento no enciendo un solo cigarrillo más. Y echarle cojones a la cosa y no hacerlo.
Claro, no es fácil. ¿Pero qué es fácil en esta vida? Aquellos a los que se les ha dado todo, a quienes todo les resulta fácil, por lo que sea, no son tantos, no vayáis a creer. Casi todo es difícil hoy en día, requiere esfuerzos.
Conocí a un compatriota en Nueva York que, como muchos de nosotros, los españoles, no llegaba nunca a horario a ningún sitio.
En una oportunidad tenía una cita a las ocho de la mañana en la oficina de unas personas con las que tenía que entrevistarse, al sur de Manhattan. Se esforzó y llegó esa vez apenas cinco minutos tarde.
Mi conocido me contó después que una encantadora secretaria afroamericana le obsequió con una sonrisa espectacular y le dijo:
- Perdón, señor, pero su cita era a las ocho.
- ¡Pero apenas pasan cinco minutos de las ocho! -protestó mi amigo.
- Suficiente –respondió la secretaria, sin dejar de sonreir.
El hombre se quedó sin la cita, pero se hizo puntual como un cronómetro.
Después de vivir en Londres –hace mucho tiempo, cuando los ingleses eran extraordinariamente puntuales-, uno se hizo un consuetudinario practicante del hábito que consiste en llegar siempre a tiempo a todas partes; y descubrió que no la cosa no es tan difícil.
Para mí el impuntual es un desordenado. Se desordena con todo, y naturalmente con el tiempo. No he conocido a uno solo de estos especímenes ordenado para sus cosas: para sus papeles, para su escritorio, para su habitación, para su manejo en la vida.
La impuntualidad se relaciona directamente con la negligencia. Difícilmente un impuntual será determinado, preciso, activo, diligente, dinámico, rápido.
Podríamos aportar muchos testimonios y opiniones acerca de esta lacra. Pero nos contentaremos hoy con reproducir un excelente trabajo de Isaías Medina-Ferreira, del diario digital elMasacre.com de Dajabón (República Dominicana), y otro no menos bueno de Laura Reina publicado en el diario argentino La Nación.
© José Luis Alvarez Fermosel
Notas relacionadas:
¿Por qué somos Impuntuales?
Impuntuales: la vida a deshora
Los psicólogos, que gustan de buscarle tres pies al gato, ligan esta grosería con desórdenes mentales, vicios, miedos, fobias y otras zarandajas. El caso es complicarlo todo.
Para ser puntual, como para tantas otras cosas de la vida, lo que hay que hacer es tener fuerza de voluntad y ponerse a ello: a llegar a tiempo a todas partes.
Es como dejar de fumar. Para dejar de fumar, un día hay que decir: a partir de este momento no enciendo un solo cigarrillo más. Y echarle cojones a la cosa y no hacerlo.
Claro, no es fácil. ¿Pero qué es fácil en esta vida? Aquellos a los que se les ha dado todo, a quienes todo les resulta fácil, por lo que sea, no son tantos, no vayáis a creer. Casi todo es difícil hoy en día, requiere esfuerzos.
Conocí a un compatriota en Nueva York que, como muchos de nosotros, los españoles, no llegaba nunca a horario a ningún sitio.
En una oportunidad tenía una cita a las ocho de la mañana en la oficina de unas personas con las que tenía que entrevistarse, al sur de Manhattan. Se esforzó y llegó esa vez apenas cinco minutos tarde.
Mi conocido me contó después que una encantadora secretaria afroamericana le obsequió con una sonrisa espectacular y le dijo:
- Perdón, señor, pero su cita era a las ocho.
- ¡Pero apenas pasan cinco minutos de las ocho! -protestó mi amigo.
- Suficiente –respondió la secretaria, sin dejar de sonreir.
El hombre se quedó sin la cita, pero se hizo puntual como un cronómetro.
Después de vivir en Londres –hace mucho tiempo, cuando los ingleses eran extraordinariamente puntuales-, uno se hizo un consuetudinario practicante del hábito que consiste en llegar siempre a tiempo a todas partes; y descubrió que no la cosa no es tan difícil.
Para mí el impuntual es un desordenado. Se desordena con todo, y naturalmente con el tiempo. No he conocido a uno solo de estos especímenes ordenado para sus cosas: para sus papeles, para su escritorio, para su habitación, para su manejo en la vida.
La impuntualidad se relaciona directamente con la negligencia. Difícilmente un impuntual será determinado, preciso, activo, diligente, dinámico, rápido.
Podríamos aportar muchos testimonios y opiniones acerca de esta lacra. Pero nos contentaremos hoy con reproducir un excelente trabajo de Isaías Medina-Ferreira, del diario digital elMasacre.com de Dajabón (República Dominicana), y otro no menos bueno de Laura Reina publicado en el diario argentino La Nación.
© José Luis Alvarez Fermosel
Notas relacionadas:
¿Por qué somos Impuntuales?
Impuntuales: la vida a deshora
No hay comentarios:
Publicar un comentario