Camino por la calle Antonio Machado –por rigurosa casualidad, no porque me haya acordado de don Antonio ni porque esté con ínfulas poéticas-.
La calle dedicada al vate español está cerca del Parque Centenario, en la cada vez más descuidada y, peor aún, maltratada ciudad de Buenos Aires, con sus calles eternamente rotas y la basura en las aceras cada dos por tres, por huelgas o lo que sea.
Al llegar al número 68, entre Río de Janeiro y Ramos Mejía, me topo con una leyenda estampada en una pared medianera: LA RESACA, así, con mayúsculas. Alguien la pintó con un aerosol.
¿Se tratará de un nuevo partido político, de otro grupo de “heavy metal”, será una broma…?
No sería descartable que alguien aquejado por la resaca, después de una noche agitada y pródiga en libaciones de intensos alcoholes, haya impreso esas dos palabras como un grito en la piedra. No lo parece, porque no van entre signos de admiración.
Los grafitis de antes…
De cualquier manera, los grafitis son cada vez menos ingeniosos. Antes lo eran tanto que casi llegaron a constituir un nuevo subgénero literario.
Ahora todas las pintadas son políticas, se refieren a la política. Estamos cada vez más politizados, curiosamente cuando la política está cada vez peor.
Escribo con la preocupación de que esas dos palabras, la resaca, tengan un significado –además del convencional-, quieran decir algo que yo no sé y toda esa gente que sabe más que el lápiz lo sepa y el día menos pensado me eche en cara mi ignorancia públicamente, y yo haga el ridículo.
El remedio
Por si de resaca “vulgaris” va la cosa, un remedio muy común, antes, era abrir un par de latas de consomé de rabo de buey -el de Campbell’s era excelente- y verter su contenido en un recipiente que se llenaba de vodka; se añadía hielo en cubos, se espolvoreaba sal de apio y se remataba la faena con dos golpes de salsa Perrins. La combinación se llama “bullshot”.
Pero yo no sé si hay ahora, por lo menos en los supermercados de barrio, caldo de carne, o extracto de carne en lata -¿se acuerdan del Bovril?-.
Entonces habrá que acudir al socorrido “Bloody Mary”. Sus componentes y la manera de hacerlo se explican con todo detalle en la nota relacionada.
Me quedo con la duda. ¿Qué habrá querido decir el autor de esa síntesis rotunda y un poco esotérica?
© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:
Historia y cócteles contra la resaca
La calle dedicada al vate español está cerca del Parque Centenario, en la cada vez más descuidada y, peor aún, maltratada ciudad de Buenos Aires, con sus calles eternamente rotas y la basura en las aceras cada dos por tres, por huelgas o lo que sea.
Al llegar al número 68, entre Río de Janeiro y Ramos Mejía, me topo con una leyenda estampada en una pared medianera: LA RESACA, así, con mayúsculas. Alguien la pintó con un aerosol.
¿Se tratará de un nuevo partido político, de otro grupo de “heavy metal”, será una broma…?
No sería descartable que alguien aquejado por la resaca, después de una noche agitada y pródiga en libaciones de intensos alcoholes, haya impreso esas dos palabras como un grito en la piedra. No lo parece, porque no van entre signos de admiración.
Los grafitis de antes…
De cualquier manera, los grafitis son cada vez menos ingeniosos. Antes lo eran tanto que casi llegaron a constituir un nuevo subgénero literario.
Ahora todas las pintadas son políticas, se refieren a la política. Estamos cada vez más politizados, curiosamente cuando la política está cada vez peor.
Escribo con la preocupación de que esas dos palabras, la resaca, tengan un significado –además del convencional-, quieran decir algo que yo no sé y toda esa gente que sabe más que el lápiz lo sepa y el día menos pensado me eche en cara mi ignorancia públicamente, y yo haga el ridículo.
El remedio
Por si de resaca “vulgaris” va la cosa, un remedio muy común, antes, era abrir un par de latas de consomé de rabo de buey -el de Campbell’s era excelente- y verter su contenido en un recipiente que se llenaba de vodka; se añadía hielo en cubos, se espolvoreaba sal de apio y se remataba la faena con dos golpes de salsa Perrins. La combinación se llama “bullshot”.
Pero yo no sé si hay ahora, por lo menos en los supermercados de barrio, caldo de carne, o extracto de carne en lata -¿se acuerdan del Bovril?-.
Entonces habrá que acudir al socorrido “Bloody Mary”. Sus componentes y la manera de hacerlo se explican con todo detalle en la nota relacionada.
Me quedo con la duda. ¿Qué habrá querido decir el autor de esa síntesis rotunda y un poco esotérica?
© José Luis Alvarez Fermosel
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