La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido, que dijo el poeta.
Una vez más, un año más, la primavera se instala con sordina en el calendario, desplazando a un invierno que este año nos trajo un poco de nieve pero que con harta frecuencia no hace bajar a menos de trece grados la “columna mercurial” –como decían antes algunos cronistas un poco rebuscados-.
Hubo inviernos que fueron casi veranos, lo cual determinó que los amantes del frío despotricaran de diciembre a marzo y temieran que la Argentina se convirtiera en un país tropical.
En el momento de escribir, los estudiantes abarrotan los bosques de Palermo –también es el día del estudiante, y a ellos felicitamos-. Todo es juerga y algazara.
Dentro de poco florecerán los jacarandáes, hermosos árboles bigonáceos que se agostan enseguida. Caen sus flores ténues sobre la ciudad, tiñéndola de azul.
Tendremos que renovar votos y hacer promesas, con el ánimo retemplado y el corazón alegre.
“Alégrate corazón/aunque sea por la tarde/corazón que no se alegra/no calienta buena sangre”. Así cantaban unas niñas en una plaza. Un pareja se abrazaba al fondo, detrás de un ombú.
Habrá que ir al Rosedal y al Jardín Japonés, estrenar un traje claro y liviano, comprar unas lilas y ponerlas en un jarrón en la sala.
La primavera la sangre altera. ¡Cuidado con los excesos!
Lo que no hay que hacer es estar triste, ni siquiera un día que llueva. Para estar triste siempre queda mucho tiempo. La tristeza es el tiempo. Lo máximo que uno puede permitirse es estar un poco “blue”, lo cual no es apropiado porque para eso está el otoño.
En fin, que ha llegado la primavera y hay quien está en un estado raro: ve la sombra mezclada con violetas, diría Ramón Gómez de la Serna.
“¡Primavera, primavera, yo quisiera que me dieras una flor…!”.
Una vez más, un año más, la primavera se instala con sordina en el calendario, desplazando a un invierno que este año nos trajo un poco de nieve pero que con harta frecuencia no hace bajar a menos de trece grados la “columna mercurial” –como decían antes algunos cronistas un poco rebuscados-.
Hubo inviernos que fueron casi veranos, lo cual determinó que los amantes del frío despotricaran de diciembre a marzo y temieran que la Argentina se convirtiera en un país tropical.
En el momento de escribir, los estudiantes abarrotan los bosques de Palermo –también es el día del estudiante, y a ellos felicitamos-. Todo es juerga y algazara.
Dentro de poco florecerán los jacarandáes, hermosos árboles bigonáceos que se agostan enseguida. Caen sus flores ténues sobre la ciudad, tiñéndola de azul.
Tendremos que renovar votos y hacer promesas, con el ánimo retemplado y el corazón alegre.
“Alégrate corazón/aunque sea por la tarde/corazón que no se alegra/no calienta buena sangre”. Así cantaban unas niñas en una plaza. Un pareja se abrazaba al fondo, detrás de un ombú.
Habrá que ir al Rosedal y al Jardín Japonés, estrenar un traje claro y liviano, comprar unas lilas y ponerlas en un jarrón en la sala.
La primavera la sangre altera. ¡Cuidado con los excesos!
Lo que no hay que hacer es estar triste, ni siquiera un día que llueva. Para estar triste siempre queda mucho tiempo. La tristeza es el tiempo. Lo máximo que uno puede permitirse es estar un poco “blue”, lo cual no es apropiado porque para eso está el otoño.
En fin, que ha llegado la primavera y hay quien está en un estado raro: ve la sombra mezclada con violetas, diría Ramón Gómez de la Serna.
“¡Primavera, primavera, yo quisiera que me dieras una flor…!”.
José Luis Alvarez Fermosel
© 2007
2 comentarios:
Hola, Caballero Español: Lo contacté a través del blog Escritos
Sudacas y me volví fanática de ambos. Yo extraño mucho no escucharlo por radio pero distruto mucho leyéndolo. Valga lo uno por lo otro. Emilia
Gracias. Como bien dices, o se desprende de lo que dices, cuando uno no habla por la radio debe... escribir en un blog.
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