Si el chotis “Rosa de Madrid” meció con su música alegre pero triste, como un bombón de licor amargo, la niñez de uno y se le quedó prendida en el alma como una condecoración, “Maria, Marì” (Oh, Marì) forma parte de la ajetreada vida de uno, la lleva uno a todas partes en su maletín de mano cantada por Luciano Pavarotti, que nos acaba de dejar para quedarse con nosotros para siempre.
Cantaba Pavarotti Oh, Marì (Maria, Marì) y uno sentía alegría, gratitud a la vida, uno se enamoraba, se enardecía como cuando uno está a punto de tomar una decisión trascendental que se debe a un rifi rafe del espíritu; sentía un calor como si la sangre le hirviera en las venas y ya no hubiera modo de bajar el fuego.
Todo esto nos daba Luciano Pavarotti. Nos daba la alegría y la emoción. No hay mejores dones.
No hubieran tenido que dejar que se fuera para seguir quedándose con nosotros, y ya uno se ha hecho un lío y no sabe lo que dice ni lo que hace, ni puede poner a todo volumen la vieja canción napolitana con nombre de mujer porque son las tres de la mañana, hay gente durmiendo y a lo mejor alguien, en vez de aplaudir, le toca a uno la puerta.
Cantaba Pavarotti Oh, Marì (Maria, Marì) y uno sentía alegría, gratitud a la vida, uno se enamoraba, se enardecía como cuando uno está a punto de tomar una decisión trascendental que se debe a un rifi rafe del espíritu; sentía un calor como si la sangre le hirviera en las venas y ya no hubiera modo de bajar el fuego.
Todo esto nos daba Luciano Pavarotti. Nos daba la alegría y la emoción. No hay mejores dones.
No hubieran tenido que dejar que se fuera para seguir quedándose con nosotros, y ya uno se ha hecho un lío y no sabe lo que dice ni lo que hace, ni puede poner a todo volumen la vieja canción napolitana con nombre de mujer porque son las tres de la mañana, hay gente durmiendo y a lo mejor alguien, en vez de aplaudir, le toca a uno la puerta.
Otra vez, como en el caso de Paco Umbral, uno se lamenta de que se vaya la bella gente, la gente buena, mientras que la otra se queda, cerril y ominosa.
Hay un silencio extraño. Relámpagos en el cielo negro. El ulular de la sirena de una ambulancia. Empieza a llover.
Una nocha abbracciato cuté
Oh Marì, oh Marì...
Hay un silencio extraño. Relámpagos en el cielo negro. El ulular de la sirena de una ambulancia. Empieza a llover.
Una nocha abbracciato cuté
Oh Marì, oh Marì...
© José Luis Alvarez Fermosel
2 comentarios:
Eso, joder. Con ese tío, todos teníamos "algo personal".
Y tú lo has dicho como nadie.
Como decimos por el Río de la Plata, "cortito y al pie", "corazón y pase corto".
Ay, va uno aprendiendo a trompicones. ¡Y día a día se da cuenta de lo mucho que le falta por aprender todavía! Lo bueno es eso: "corazón y pase corto"
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