domingo, 17 de febrero de 2008

Las pulseras de la abuela

Todo lo de la abuela nos interesa y nos gusta. Los abuelos suelen dejarnos, además de enseñanzas, bellos recuerdos que guardamos cuidadosamente en nuestra memoria para siempre.
La abuela, además, se caracteriza por cocinar muy bien. Casi todas. De ahí que uno recuerde siempre sus guisos y que muchos grandes cocineros de todo el mundo reconozcan en entrevistas periodísticas, o en charlas con amigos, que aprendieron a cocinar pegados a las faldas de sus abuelas, que manejaban con maestría sartenes, cacerolas, cucharones y a esa técnica unían una sapiencia que les permitía hacer guisos riquísimos y, por lo general, con cuatro cosas.
Los guisos de las abuelas han llegado hasta nosotros, y permanecen con nosotros, sin cardamomo, creosota, cúrcuma, ajedrea, agastache, galanga, casia, macis…
He aquí un buen ejemplo: las pulseras de la abuela, que en realidad no son pulseras sino unas rosquillas.


Ingredientes
(para una docena de pulseras)

250 gramos de harina
150 gramos de mantequilla
150 gramos de azúcar
3 huevos
1 litro de agua
Aceite (para freir)
Sal (una pizca)

Preparación:

Se pone a calentar el agua en una olla. Cuando esté casi hirviendo se echan la mantequilla, el azúcar y la pizca de sal. Al llegar al punto de ebullición se retira la olla del fuego y va incorporándose la harina poco a poco mezclándola permanentemente para que no se formen grumos. Una vez bien unida la pasta se vuelve a poner (el recipiente) a fuego muy lento y sigue mezclándose hasta que la pasta empiece a despegarse del fondo. Se retira del fuego, se coloca en un recipiente y se deja enfriar a temperatura ambiente. Al cabo, se echan los huevos de a uno integrándolos lentamente. La masa debe quedar consistente para poder hacer con las manos bollos muy pequeños que se estirarán con un palo de amasar. Después se forman tiras de un dedo de grosor y unos diez centímetros de largo. Se unen los extremos y queda formada una pulsera que luego se freirá en abundante aceite hirviendo.

Este postre coronó una comida celebrada el primer miércoles de mayo de 1958 en Mazzarino entre el padre Carmelo, superior del convento franciscano de esa comunidad siciliana y Angelo Cannada, latifundista del término municipal.

El menú completo fue el siguiente:

Setas Sanmaurini
Macarrones con brócoli
Lechón rellena
Hinojos fritos
Queso de cabra de la Conca d’Oro
Cremolino
Pulseras de la abuela
Se regó todo con vinos Frascati

Esta receta, junto con otras muchas, está contenida en un libro encantador y por de más recomendable titulado “La Mafia se sienta a la mesa”, de Jacques Kermoal y Martine Bartolomei, editado por Tusquets y perteneciente a su colección Los 5 Sentidos. Tiene 220 páginas.


© José Luis Alvarez Fermosel

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Caballero Español: ¡qué hermosa nota y qué buena receta! Tanto me gustó que hasta la prepararé a pesar de que no soy experta en postres. Interesantísimo su texto y trataré de conseguir el libro. Le mando muchos cariños y felicitaciones porque lo escucho siempre por la radio. Irene de Montevideo.

Anónimo dijo...

Hola, José Luis: ¿Por qué no nos vamos a Italia y España a hacer un recorrido gastronómico y descansás de Lanny que te tortura con el amigo francés que no sabe nada? Fuera de bromas, lo tuyo es más que bueno. Excelente. Leo (de Tandil)

Anónimo dijo...

Muchas gracias, Irene, por tu mensaje. Espero que te salgan bien Las pulseras de la abuela. Tengo raíces profundas en tu Montevideo. Gracias por tus felicitaciones. Cariños.

Anónimo dijo...

¡Excelente idea, Leo! Eso sí, deberíamos llevar en la mochila algunos salames de tus pagos. Mil gracias por tus elogios y un abrazo.