Las tarjetas postales nacieron hace un siglo, en el Imperio Austrohúngaro. Nadie ni nada pudo acabar con ellas. Ni el teléfono, ni el fax ni el e-mail. Las hay de todas clases, tamaños y colores, y para todo tipo de celebraciones.
Llevan, por lo general en alegres colores, mensajes de salutación, despedida, felicitaciones, excusa... Sirven para todo: cumpleaños, aniversarios, bodas, bautizos, primeras comuniones. Las más modernas son las virtuales, animadas y con sonido.
"En países como Estados Unidos e Inglaterra se mandan tarjetas hasta para informar que a uno le duelen las muelas", exagera el coleccionista español Ángel de la Torre, quien reconoce que sus compatriotas son poco afectos al género, por así llamarlo.
La época dorada de la tarjeta está comprendida entre los años 1900 y 1920 y coincide con el modernismo. Veremos qué pasa con el posmodernismo.
Las postales, que alcanzaron su cota más alta en Centroeuropa, constituyen también una industria, cuyo mercado es constantemente investigado por especialistas.
Hallmark es la empresa que produce más tarjetas de felicitación en el mundo. Publica millones de ellas en cien países y en once idiomas, y cuenta con más de treinta mil puntos de venta. Más de medio millar de personas trabaja febrilmente en su departamento de publicidad.
Slabuffos es más modesta. Carlos Sanz de Aladino y sus tres hermanos, todos licenciados en Administración de Empresas, dirigen la firma, que ha conseguido colocar en el mercado más de cincuenta modelos de tarjetas diferentes. Carlos Sanz tiene debilidad por los dibujos de elefantes y pingüinos.
El padre de las tarjetas de bebés es el argentino Miguel Diner, quien sostiene que la quintaesencia de la creatividad consiste en ir todo el día de acá para allá con un bolígrafo en una mano y un cuaderno en la otra y anotar en el papel todas las tonterías que se le ocurran a uno, o las que oiga a los demás. En su opinión, este sistema no suele fallar: siempre sale alguna buena idea.
Quizás el éxito de la tarjeta postal se deba a que lo da todo hecho: para cada circunstancia un mensaje, un tono, un dibujo, un juego de palabras, un chiste.
Hablando de chistes, uno... "postalero": "¿Qué le dijo un pingüino a una pingüina? Como tú no hay ningüina". Ah, no hay alusión política, que quede claro.
© José Luis Alvarez Fermosel
Llevan, por lo general en alegres colores, mensajes de salutación, despedida, felicitaciones, excusa... Sirven para todo: cumpleaños, aniversarios, bodas, bautizos, primeras comuniones. Las más modernas son las virtuales, animadas y con sonido.
"En países como Estados Unidos e Inglaterra se mandan tarjetas hasta para informar que a uno le duelen las muelas", exagera el coleccionista español Ángel de la Torre, quien reconoce que sus compatriotas son poco afectos al género, por así llamarlo.
La época dorada de la tarjeta está comprendida entre los años 1900 y 1920 y coincide con el modernismo. Veremos qué pasa con el posmodernismo.
Las postales, que alcanzaron su cota más alta en Centroeuropa, constituyen también una industria, cuyo mercado es constantemente investigado por especialistas.
Hallmark es la empresa que produce más tarjetas de felicitación en el mundo. Publica millones de ellas en cien países y en once idiomas, y cuenta con más de treinta mil puntos de venta. Más de medio millar de personas trabaja febrilmente en su departamento de publicidad.
Slabuffos es más modesta. Carlos Sanz de Aladino y sus tres hermanos, todos licenciados en Administración de Empresas, dirigen la firma, que ha conseguido colocar en el mercado más de cincuenta modelos de tarjetas diferentes. Carlos Sanz tiene debilidad por los dibujos de elefantes y pingüinos.
El padre de las tarjetas de bebés es el argentino Miguel Diner, quien sostiene que la quintaesencia de la creatividad consiste en ir todo el día de acá para allá con un bolígrafo en una mano y un cuaderno en la otra y anotar en el papel todas las tonterías que se le ocurran a uno, o las que oiga a los demás. En su opinión, este sistema no suele fallar: siempre sale alguna buena idea.
Quizás el éxito de la tarjeta postal se deba a que lo da todo hecho: para cada circunstancia un mensaje, un tono, un dibujo, un juego de palabras, un chiste.
Hablando de chistes, uno... "postalero": "¿Qué le dijo un pingüino a una pingüina? Como tú no hay ningüina". Ah, no hay alusión política, que quede claro.
© José Luis Alvarez Fermosel
No hay comentarios:
Publicar un comentario