Madrid ha crecido. Ya lo pueblan seis millones y casi trescientos mil madrileños y provincianos, incluídos un millón de inmigrantes latinoamericanos, marroquíes, guineanos, senegaleses, nigerianos, mauritanos, húngaros, checos, albanokosovares, serbocroatas, ucranianos, rumanos…
Madrid aparece ahora abigarrado, heterogéneo, multilingüe y tan colorido como la bandera roja y gualda –la más grande de España- que flamea en la céntrica Plaza de Colón, junto a la estatua del Descubridor.
La Villa y Corte se expande cada vez más hacia el norte. Al final del Paseo de la Castellana, pasados los que todavía se llaman los Nuevos Ministerios, la ciudad despliega una enormidad que asombra. Las torres Kio se inclinan una hacia la otra de manera tal que parece que sus extremos fueran a tocarse de un momento a otro.
El Complejo Bernabeu –del estadio del Real Madrid- incluye un museo con trofeos, banderas y recuerdos del mítico equipo de fútbol madrileño. Este museo recibe más visitantes que el del Prado.
En esa zona se yerguen rascacielos, bancos y edificios gigantescos que ocupan oficinas casi en su totalidad. Es tanto lo que se construye que las cementeras hace tiempo que se quedaron sin cemento y ahora lo tienen que importar. Los empresarios del ramo se han hecho multimillonarios.
La carretera de circunvalación M30 tiene ya el túnel urbano más largo de Europa, de 7,5 kilómetros. La remodelación de esta autovía mejorará la fluidez del tránsito rodado –que es infernal- y la seguridad. Mientras escribo estas líneas, miles de operarios dan los últimos toques a los tramos que ampliarán la red del metro, que será, con 322 kilómetros, el tercero del mundo después de los de Nueva York y Moscú.
Madrid ocupa el puesto 23 en la lista de las 30 ciudades más ricas del planeta, que aglutinan el 16 % de la producción económica mundial. La renta per cápita por año es de 35.000 euros. El PIB llegó ya a 141.456 millones de euros.
La vivienda está muy cara. El metro cuadrado alcanza picos de 12.000 euros en varias promociones de la zona céntrica de Madrid. Los municipios del gobierno socialista preven edificar 156.000 viviendas populares en los próximos ocho años.
En el popular barrio de La Bombilla está la Ermita de San Antonio de La Florida (1797). Su bóveda fue pintada en sólo ciento veinte días por Francisco de Goya y Lucientes. Considerada como la Capilla Sixtina del arte español, guarda los restos mortales del pintor.
El 15 de mayo, festividad de San Isidro, patrón de la villa, se celebra con representaciones teatrales, conciertos, títeres, bailes populares y fuegos de artificio.La muchedumbre invade la pradera de San Isidro –también inmortalizada por Goya en uno de sus lienzos-, donde infinidad de puestos y tenderetes expenden entre otras golosinas las clásicas rosquillas del Santo: las tontas, las listas –bañadas de azúcar glas-, las claras y las de limón. Corren el vino y la sangría y desfilan antiguos coches de caballos con madrileñas y madrileños vestidos con trajes típicos, ellas con mantón de Manila y ellos con pañuelo blanco al cuello y tocados con la característica gorrilla de visera.
En la Plaza de Oriente ya no hay violeteras de grandes y seductores ojos negros y cinturas de avispa, como la Almudena de la canción, de la que se enamoraba un duque. Me vienen a la memoria los versos del poeta:
“En la plaza de Oriente, fuego en los miradores,
niños en cochecitos de burros con banderas,
y el golfo que encendía al coche los faroles
y al fondo el Teatro Real, guardando sus palcos en la niebla”.
Madrid aparece ahora abigarrado, heterogéneo, multilingüe y tan colorido como la bandera roja y gualda –la más grande de España- que flamea en la céntrica Plaza de Colón, junto a la estatua del Descubridor.
La Villa y Corte se expande cada vez más hacia el norte. Al final del Paseo de la Castellana, pasados los que todavía se llaman los Nuevos Ministerios, la ciudad despliega una enormidad que asombra. Las torres Kio se inclinan una hacia la otra de manera tal que parece que sus extremos fueran a tocarse de un momento a otro.
El Complejo Bernabeu –del estadio del Real Madrid- incluye un museo con trofeos, banderas y recuerdos del mítico equipo de fútbol madrileño. Este museo recibe más visitantes que el del Prado.
En esa zona se yerguen rascacielos, bancos y edificios gigantescos que ocupan oficinas casi en su totalidad. Es tanto lo que se construye que las cementeras hace tiempo que se quedaron sin cemento y ahora lo tienen que importar. Los empresarios del ramo se han hecho multimillonarios.
La carretera de circunvalación M30 tiene ya el túnel urbano más largo de Europa, de 7,5 kilómetros. La remodelación de esta autovía mejorará la fluidez del tránsito rodado –que es infernal- y la seguridad. Mientras escribo estas líneas, miles de operarios dan los últimos toques a los tramos que ampliarán la red del metro, que será, con 322 kilómetros, el tercero del mundo después de los de Nueva York y Moscú.
Madrid ocupa el puesto 23 en la lista de las 30 ciudades más ricas del planeta, que aglutinan el 16 % de la producción económica mundial. La renta per cápita por año es de 35.000 euros. El PIB llegó ya a 141.456 millones de euros.
La vivienda está muy cara. El metro cuadrado alcanza picos de 12.000 euros en varias promociones de la zona céntrica de Madrid. Los municipios del gobierno socialista preven edificar 156.000 viviendas populares en los próximos ocho años.
En el popular barrio de La Bombilla está la Ermita de San Antonio de La Florida (1797). Su bóveda fue pintada en sólo ciento veinte días por Francisco de Goya y Lucientes. Considerada como la Capilla Sixtina del arte español, guarda los restos mortales del pintor.
El 15 de mayo, festividad de San Isidro, patrón de la villa, se celebra con representaciones teatrales, conciertos, títeres, bailes populares y fuegos de artificio.La muchedumbre invade la pradera de San Isidro –también inmortalizada por Goya en uno de sus lienzos-, donde infinidad de puestos y tenderetes expenden entre otras golosinas las clásicas rosquillas del Santo: las tontas, las listas –bañadas de azúcar glas-, las claras y las de limón. Corren el vino y la sangría y desfilan antiguos coches de caballos con madrileñas y madrileños vestidos con trajes típicos, ellas con mantón de Manila y ellos con pañuelo blanco al cuello y tocados con la característica gorrilla de visera.
En la Plaza de Oriente ya no hay violeteras de grandes y seductores ojos negros y cinturas de avispa, como la Almudena de la canción, de la que se enamoraba un duque. Me vienen a la memoria los versos del poeta:
“En la plaza de Oriente, fuego en los miradores,
niños en cochecitos de burros con banderas,
y el golfo que encendía al coche los faroles
y al fondo el Teatro Real, guardando sus palcos en la niebla”.
© José Luis Alvarez Fermosel
Desde Madrid - 2007
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