Dentro de poco tiempo hablaremos todos, en todas partes, como Tarzán y sus laderos, Jane y la mona Chita.
Jane decía: “Yo, Jane; tú, Tarzán”. Tarzán le respondía, tocándose el pecho con el dedo índice de la mano derecha: “Mí, Tarzán”. El rey de los monos aprendió después algunas palabras más, y las decía como quien tira un puñado de arroz al aire.
La realidad supera siempre la ficción, la cinematográfica incluída. La “oralidad” –que dijo aquel cursi en vez del habla, o la manera de hablar- de los jóvenes es ya tarzanesca: Bueno…, eso…, nada…, obvio…, movida…, como que…, de onda…
Los chicos españoles hablan más o menos igual. Sino que al término de la parrafada no dicen, como los argentinos, boludo, expresión que dejó de ser un insulto, aunque afectuoso, para convertirse en una interjección inocua y repetitiva que marca y subraya.
La globalización consiguió, entre otras cosas buenas y malas, que nos aborregáramos -no debe existir el verbo aborregar, o aborregarse, pero a estas alturas da lo mismo-. Con tal de que no nos pase lo que a los borregos de Panurgo…
(Panurgo llevaba un rebaño de borregos en una barcaza. Uno de ellos, sin motivo ni fundamento, se tiró de pronto de cabeza al mar. Inmediatamente los demás le siguieron, uno por uno. Todos se ahogaron.)
Estamos masificados, somos gregarios, todos hacemos lo mismo y decimos las mismas cosas. Se habla mal en todos los idiomas. Todas las lenguas toman palabras de otras. Así se enriquecen cada vez más el “Spanglish” y otros engendros.
Los políticos son los que peor hablan en España. Son los menos instruídos. Se los oye decir en la televisión, en la radio, en el Parlamento, en las entrevistas periodísticas Madriz, saluz, seguridaz… Algunos quieren presentarse como leídos y finos y dicen Sestado en vez de Sestao. (Sestao es un municipio español de la provincia vasca de Vizcaya –en el norte-, situada en la orilla izquierda de la ría de Bilbao.)
No marcan la p ni la c en palabras como aceptar o acciones. Así, dicen acetar y aciones. También les cuesta mucho pronunciar la x. Para ellos, éxito es ésito y sexo es seso –en este último caso se producen equívocos descacharrantes-.
Se confunde compromiso con acuerdo, se dice enforzar en vez de hacer cumplir y enfrentar por afrontar: en el país de Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Juan Ramón Jiménez, Camilo José Cela…
Impera una mezcla de escasa ilustración con ínfulas infundadas –sirva en esta oportunidad la cacofonía de juego idiomático-.
De una enseñanza secundaria, que a veces fue buena y no se aprovechó y otras fue regular, o mala, se pasa a Faulkner o a Joyce (traducidos, claro) sin haber leído en el camino más que unos pocos libros que se indigestaron. Menudean los eruditos a la violeta de los que hablaba el escritor español José Cadalso.
Ninguno de ellos tiene el mínimo nivel cultural en la escala de Richter. En Madrid, en Buenos Aires, en Nueva York… En todas partes.
Tarzán “fashion” y en “Spanglish”: el espejo en que mirarse.
Jane decía: “Yo, Jane; tú, Tarzán”. Tarzán le respondía, tocándose el pecho con el dedo índice de la mano derecha: “Mí, Tarzán”. El rey de los monos aprendió después algunas palabras más, y las decía como quien tira un puñado de arroz al aire.
La realidad supera siempre la ficción, la cinematográfica incluída. La “oralidad” –que dijo aquel cursi en vez del habla, o la manera de hablar- de los jóvenes es ya tarzanesca: Bueno…, eso…, nada…, obvio…, movida…, como que…, de onda…
Los chicos españoles hablan más o menos igual. Sino que al término de la parrafada no dicen, como los argentinos, boludo, expresión que dejó de ser un insulto, aunque afectuoso, para convertirse en una interjección inocua y repetitiva que marca y subraya.
La globalización consiguió, entre otras cosas buenas y malas, que nos aborregáramos -no debe existir el verbo aborregar, o aborregarse, pero a estas alturas da lo mismo-. Con tal de que no nos pase lo que a los borregos de Panurgo…
(Panurgo llevaba un rebaño de borregos en una barcaza. Uno de ellos, sin motivo ni fundamento, se tiró de pronto de cabeza al mar. Inmediatamente los demás le siguieron, uno por uno. Todos se ahogaron.)
Estamos masificados, somos gregarios, todos hacemos lo mismo y decimos las mismas cosas. Se habla mal en todos los idiomas. Todas las lenguas toman palabras de otras. Así se enriquecen cada vez más el “Spanglish” y otros engendros.
Los políticos son los que peor hablan en España. Son los menos instruídos. Se los oye decir en la televisión, en la radio, en el Parlamento, en las entrevistas periodísticas Madriz, saluz, seguridaz… Algunos quieren presentarse como leídos y finos y dicen Sestado en vez de Sestao. (Sestao es un municipio español de la provincia vasca de Vizcaya –en el norte-, situada en la orilla izquierda de la ría de Bilbao.)
No marcan la p ni la c en palabras como aceptar o acciones. Así, dicen acetar y aciones. También les cuesta mucho pronunciar la x. Para ellos, éxito es ésito y sexo es seso –en este último caso se producen equívocos descacharrantes-.
Se confunde compromiso con acuerdo, se dice enforzar en vez de hacer cumplir y enfrentar por afrontar: en el país de Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Juan Ramón Jiménez, Camilo José Cela…
Impera una mezcla de escasa ilustración con ínfulas infundadas –sirva en esta oportunidad la cacofonía de juego idiomático-.
De una enseñanza secundaria, que a veces fue buena y no se aprovechó y otras fue regular, o mala, se pasa a Faulkner o a Joyce (traducidos, claro) sin haber leído en el camino más que unos pocos libros que se indigestaron. Menudean los eruditos a la violeta de los que hablaba el escritor español José Cadalso.
Ninguno de ellos tiene el mínimo nivel cultural en la escala de Richter. En Madrid, en Buenos Aires, en Nueva York… En todas partes.
Tarzán “fashion” y en “Spanglish”: el espejo en que mirarse.
© José Luis Alvarez Fermosel
4 comentarios:
¡Ay, mi querido Caballero Español! ¡Cuán cierto es lo que dice del idioma tarzanesco y tal como habla el macho posmo, más rápido hablaremos así. A lo mejor, hasta llegamos a usar la liana. Lo felicito de corazón por el blog. Es sensacional. Lo leo todos los días y cada vez me gusta más. Yo lo seguía siempre en la radio. Soy Liliana de Villa del Parque.
¡Uyyyy! ¡Qué tirón...! Tenés toda la razón José Luis. Es más, creo que es posible todavía que lleguemos a hablar peor que Tarzán. Un gran abrazo de un gran admirador de tu talento. José María. Bahía Blanca.
Liliana: ¡Cuánto me alegro de que me hayas escrito y de que coincidas conmigo en lo referente al idioma y al macho posmo! Muchas gracias por tu felicitación. Trataré de dar más y mejor, para lo que me ayudan comentarios como el tuyo. Cariños.
Es posible que sí, José María. Es posible que hablemos mucho peor dentro de poco tiempo, peor incluso de lo que hablaba Tarzán. Todo era posible en la dimensión desconocida. Todo es posible en el posmodernismo. Ah, el tirón se lo merecen los que están tirando a la basura un idioma tan limpio y tan rico como el español. Un abrazo.
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