No sólo es importante saber que hacer en sociedad. Tanto o más importante es saber que no hacer.
Por ejemplo, es de muy mal gusto hablar siempre, y en todas partes, de enfermedades propias o ajenas. Ni que decir tiene que si las enfermedades o molestias son de carácter íntimo, hay que dejarlas en la intimidad.
No es así como precisamente elegante, caballeros, ponerse un pañuelo en el bolsillo superior de la chaqueta que haga juego con la corbata, con la que ya no se llevan trabas, como en los Estados Unidos, donde también sigue de moda que el hombre luzca anillos y pulseras.
No hay que decir “fino”, o “distinguido”, para calificar a alguien: la persona que lo dice no es fina ni distinguida.
Si uno tiene invitados, deberá acompañarlos a la puerta cuando se vayan y esperar a que entren en el ascensor, o a que empiecen a bajar las escaleras. Cerrar la puerta, si se quiere de golpe… -si los invitados en cuestión han sido unos pelmazos- cuando los visitantes se hayan ido.
Tampoco hay que preguntar a la persona que nos llama para invitarnos a cenar: “¿quién va a ir?” Se puede averiguar por otros procedimientos menos… directos quienes serán los asistentes a la cena a la que, por cierto, no hay que ir con nadie que no haya sido invitado.
La pregunta del millón: ¿qué llevar: vino, chocolates, una torta, masitas? Lo mejor es mandar al día siguiente unas flores a la anfitriona con una tarjeta en la que le expresemos, en cuatro bien pergeñadas líneas, nuestra gratitud por habernos invitado.
Utilicemos lo menos posible las expresiones “querido” o “querida”. Son una manifestación de esnobismo. Y ya tenemos bastantes esnobs en esta sociedad “cool” de principios de milenio.
En el restaurante, no llamar al mozo golpeando el vaso con el tenedor u otro cubierto, ni gritarle: ¡Caballero! Tampoco hay que decir “chin chin” y “buen provecho”. No pedir un vermú u otro aperitivo después de comer. En el momento de dejar la propina, no llenar la mesa de monedas.
El dedo meñique separado de los otros dedos, formando un arabesco o manteniéndolo enhiesto cuando se sostiene un vaso o una taza, es una espantosa mezcla de ordinariez y cursilería.
Por último, no tender al saludar una mano blanda y sin vida, ni tampoco estrujar con fuerza inmisericorde la mano de la otra persona. El apretón debe ser firme pero no brutal: es un gesto de amistad, no un test psicológico conducente a poner de manifiesto la propia personalidad.
Por ejemplo, es de muy mal gusto hablar siempre, y en todas partes, de enfermedades propias o ajenas. Ni que decir tiene que si las enfermedades o molestias son de carácter íntimo, hay que dejarlas en la intimidad.
No es así como precisamente elegante, caballeros, ponerse un pañuelo en el bolsillo superior de la chaqueta que haga juego con la corbata, con la que ya no se llevan trabas, como en los Estados Unidos, donde también sigue de moda que el hombre luzca anillos y pulseras.
No hay que decir “fino”, o “distinguido”, para calificar a alguien: la persona que lo dice no es fina ni distinguida.
Si uno tiene invitados, deberá acompañarlos a la puerta cuando se vayan y esperar a que entren en el ascensor, o a que empiecen a bajar las escaleras. Cerrar la puerta, si se quiere de golpe… -si los invitados en cuestión han sido unos pelmazos- cuando los visitantes se hayan ido.
Tampoco hay que preguntar a la persona que nos llama para invitarnos a cenar: “¿quién va a ir?” Se puede averiguar por otros procedimientos menos… directos quienes serán los asistentes a la cena a la que, por cierto, no hay que ir con nadie que no haya sido invitado.
La pregunta del millón: ¿qué llevar: vino, chocolates, una torta, masitas? Lo mejor es mandar al día siguiente unas flores a la anfitriona con una tarjeta en la que le expresemos, en cuatro bien pergeñadas líneas, nuestra gratitud por habernos invitado.
Utilicemos lo menos posible las expresiones “querido” o “querida”. Son una manifestación de esnobismo. Y ya tenemos bastantes esnobs en esta sociedad “cool” de principios de milenio.
En el restaurante, no llamar al mozo golpeando el vaso con el tenedor u otro cubierto, ni gritarle: ¡Caballero! Tampoco hay que decir “chin chin” y “buen provecho”. No pedir un vermú u otro aperitivo después de comer. En el momento de dejar la propina, no llenar la mesa de monedas.
El dedo meñique separado de los otros dedos, formando un arabesco o manteniéndolo enhiesto cuando se sostiene un vaso o una taza, es una espantosa mezcla de ordinariez y cursilería.
Por último, no tender al saludar una mano blanda y sin vida, ni tampoco estrujar con fuerza inmisericorde la mano de la otra persona. El apretón debe ser firme pero no brutal: es un gesto de amistad, no un test psicológico conducente a poner de manifiesto la propia personalidad.
Ilustración: Dibujo de Walter Goetz, del “Punch” de Londres.
© José Luis Alvarez Fermosel
Anterior:
“Los naipes tienen alma” (http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2007/10/los-naipes-tienen-alma.html)
1 comentario:
Muy buen listado de buenos modales para poder saber estar.
Me parece curioso que usted diga que las expresiones querido o querida sean muestras de snobismo, primera vez escucho esto, ahora que lo analizo le doy la razón y es cierto cuando éstas se emplean de manera oral. En una carta no me parecerían snobismos, desde pequeñito me enseñaron a escribirlas así ya que era una formalidad hacerlo de esa forma.
Saludos y gracias polos buenos consejos.
Publicar un comentario