viernes, 30 de noviembre de 2007

Crónicas de Madrid (IV)

Los argentinos en España

Los argentinos mueven en España 1.000 millones de euros al año –una cantidad apróximada de dólares-. Desarrollaron 21.000 empresas en 30 años, entre ellas centros ecuestres que proliferan en las estribaciones de la sierra de Guadarrama, en Madrid, como Tovarich: un nombre ruso, caballos españoles y profesores de equitación argentinos.
Así lo reveló el informe GEM del Instituto de la Empresa de Madrid (IE) de 2005. El estudio añade que los inversores residen en España legalmente y destaca que los argentinos son los inmigrantes más emprendedores.
Según un informe de Clarín sobre el éxodo al exterior, los argentinos son los mejor educados. Un 27,6 por ciento de los empadronados mayores de 16 años pasó por la Universidad y el 34,3 por ciento cursó el secundario completo.
En España hay 251.380 argentinos. (El 50,7 por ciento son hombres y el 49,3 por ciento, mujeres.) La cifra engloba a los que tienen nacionalidad española y otras de otros países de la Unión Europea, los residentes legales y los “sin papeles”.
Los argentinos están de moda en España. Botones de muestra: Leo Sbaraglia anuncia un champú en los diarios, las revistas y la televisión. Ilay Curelovich trabaja asiduamente de modelo con éxito. Uno de los libros más vendidos es “Las curas milagrosas del doctor Arias” de César Aira. “Les Luthiers” arrasaron en el Centro Municipal de Exposiciones y Congresos de Madrid, la última vez que estuvieron.
En casi todos los diarios se escribe frecuentemente de Borges. En las secciones de deportes se recuerda cada dos por tres que Racing se ha convertido casi en una cuestión de Estado, porque el presidente argentino, Néstor Kirchner presiona para conseguir que el club ponga publicidad en las camisetas de sus jugadores. Hablando de fútbol, Lionel Messi, que juega en el Barcelona, es ya un icono, como se dice ahora.
A Miguel Angel Solá, a quien le va de maravilla, se le hizo hace poco una extensa nota en Televisión Española. Otros artistas argentinos, como Soledad Silveyra, Ricardo Darín, Héctor Alterio, Cecilia Roth, Norma Aleandro, Analía Gadé…, gozan también no ya del favor, sino del fervor popular.
Para celebrar todo esto me voy a tomar una copa al bar Preciados 38 de Carlos, un portugués muy simpático.
Pasa la tarde por las vidrieras, arropada por un sol ambarino. Discurren los coches por la calzada con la música de Los 40 Principales al máximo en las radios. En una pared un pequeño letrero en el que se lee: “El consejo del buen fraile capuchino: con todo lo que comas bebe vino”. La botella de Fuentespina Crianza de Vega Sicilia, Gran Reserva Unica, cuesta más de 400 euros –medio sueldo de un auxiliar administrativo-.
Pero hay vinos más baratos, como el que beben unos “guiris” –turistas de habla inglesa- acompañando unas sardinas a la plancha.
“¡Cada vez le ponen menos!”, suspira un parroquiano abriendo su bocadillo y contemplando melancólicamente una delgada lonja de un pálido fiambre irreconocible. Un negro con tres cicatrices de otras tantas heridas de arma blanca, rigurosamente paralelas y una encima de la otra sobre el pómulo derecho. Un hombre canoso que bebe Pacharán –aguardiente de arándanos-. Cada tanto se atusa el espeso bigote acerado y suspira. A sus pies, varias bolsas de El Corte Inglés.
Estoy por tomar la penúltima copa –nunca se dice la última-. Omar, el camarero ecuatoriano, me invita: “Una para el miedo…”. Esa no la tenía. Yo sabía lo de “one for the road” de los británicos, o una para el camino, traducida la frase al español; pero ésta, no. Está muy bien, porque si uno va a tener miedo, menos tendrá quizás con una copa dentro.
Un tango en la plaza Callao. Un chico sentado en la calle frente a La Casa del Libro, en la Gran Vía, escribe a mano poemas en hojas de cuaderno escolar.
Viene ese airecillo sutil de la sierra, que mata a una vieja y no apaga un candil.
Nubes aborregadas en un cielo que se oscurece. Todavía puede uno citar a las mujeres por teléfono.


© José Luis Alvarez Fermosel
Desde Madrid - 2007
Anterior:
Crónicas de Madrid (III): “Lugares, condumios, precios…”

2 comentarios:

José Luis Agromayor dijo...

¡Envidia, compadre, envidia! Y deseos de revancha, como decimos por acá. O retaliación como escriben algunos malos traductores mexicanos y venezolanos.
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Puedo seguir:
Ya he tomado desquite.
He bebido la penúltima, la del miedo, la del estribo, one for the road y una por el "qué dirán".
Un abrazo.
Pachi.

Anónimo dijo...

Querido compadre: El caso es "combeber" y convivir. Y a los del "qué dirán" que les den dos duros, es decir, dos euros. Digan lo que digan los demás, como canta Rafael, siempre nos quedarán el desquite, el "comercio" y el "berbercio". Un abrazo.