Se cuelga…
“¡Yo soy un péndex...!”, me dijo el pibe –así se autodefinió-. Lucía una especie de hopalanda color ala de mosca muy usada, como las sotanas de los curas de pueblo hace mil años. Calzaba unos borcegos calibre 44 magnum, ajustados a las flacas y lampiñas piernas por cordones de poco más de un metro de longitud cada uno. Mordisqueaba una barrita de cereales.
-- ¿Qué haces, qué dices?- le pregunté
-- Nada, eso...; estoy a lo que venga, a lo que salga; si me gusta algo, por ahí lo veo, a ver si me va. Es que estoy tratando de encontrarme a mí mismo.
--Ah.
El... pibe me reveló que estaba a punto de cumplir 39 años, que vivía en la casa de sus padres y tenía una hermana diez años menor, casada, llamada Lidia y subgerente de una empresa multinacional. El marido, o sea, el cuñado del macho posmo no trabaja: sólo tiene 37 años.
--Pá me inscribió el año pasado en un curso de análisis de sistemas, porque se me da muy bien la computación, pero me colgué y ni siquiera lo empecé.
--¿Te cuelgas con frecuencia?
--Sí.
--¿Ahora tienes pensado hacer algo?
--La semana que viene me voy con Rodri a la isla Holbox, al norte de la Península de Yucatán.
-- Rodri es…
-- Un amigo de Mono’s
-- ¿Qué es eso?
-- ¿Qué?
-- Mono’s
-- Un espacio
-- Ah.
Mi interlocutor era un macho posmo conocido: el hijo de un vecino con el que me encuentro a veces en el ascensor y en la calle y que parece sumido en un estado de desesperación tranquila. Había salido un momento a la calle a comprar cómida para su cotorrita.
Al macho posmo le gustan las mascotas... raras -no tenemos más remedio que decirlo así para hablar con propiedad-: los sapos -¿recuerdan “Sapito Limón”, aquella pegadiza guaracha de César Caminero?-, las arañas pollito, los lagartos overos, las tortugas, las iguanas, los chanchitos de Indias, los hamsters, los grillos, las musarañas –lástima que las musarañas sean difíciles de conseguir, ahora- y los escarabajos dorados.
El macho posmo tiene una gran capacidad lúdica. Juega constantemente, le encanta jugar. Por eso pide siempre que le regalen juguetes. Le fascinan los animalitos de peluche, como esos monos de extremidades larguísimas que suele llevar sobre los hombros, con los brazos (del mono) colgándole sobre el escueto pecho.
Juega en la casa de pá y má donde vive, ya se dijo, en incluso en plena calle con algún amigo, tirándola al aire y recogiéndola a media altura, una vez uno y otra vez otro, con una pelotita amarilla que nada tiene qué ver con las de golf o las de tenis, ni siquiera con las de ping pong. Son de un plástico muy suave y muy blando.
Esas pelotas tienen dibujada, o impresa, una carita con puntos negros que figuran los ojos y una línea curvada hacia arriba, como si la pelota se estuviera sonriendo. Son una reproducción exacta de los emoticones de la computación, usados en los chateos. Están saliendo ya al mercado en tamaños más chicos, más suaves, más blandas y en formas de corazón, estrellas de mar y otras.
¡Qué rico es el macho posmo! ¡Si es que es para comérselo!
“¡Yo soy un péndex...!”, me dijo el pibe –así se autodefinió-. Lucía una especie de hopalanda color ala de mosca muy usada, como las sotanas de los curas de pueblo hace mil años. Calzaba unos borcegos calibre 44 magnum, ajustados a las flacas y lampiñas piernas por cordones de poco más de un metro de longitud cada uno. Mordisqueaba una barrita de cereales.
-- ¿Qué haces, qué dices?- le pregunté
-- Nada, eso...; estoy a lo que venga, a lo que salga; si me gusta algo, por ahí lo veo, a ver si me va. Es que estoy tratando de encontrarme a mí mismo.
--Ah.
El... pibe me reveló que estaba a punto de cumplir 39 años, que vivía en la casa de sus padres y tenía una hermana diez años menor, casada, llamada Lidia y subgerente de una empresa multinacional. El marido, o sea, el cuñado del macho posmo no trabaja: sólo tiene 37 años.
--Pá me inscribió el año pasado en un curso de análisis de sistemas, porque se me da muy bien la computación, pero me colgué y ni siquiera lo empecé.
--¿Te cuelgas con frecuencia?
--Sí.
--¿Ahora tienes pensado hacer algo?
--La semana que viene me voy con Rodri a la isla Holbox, al norte de la Península de Yucatán.
-- Rodri es…
-- Un amigo de Mono’s
-- ¿Qué es eso?
-- ¿Qué?
-- Mono’s
-- Un espacio
-- Ah.
Mi interlocutor era un macho posmo conocido: el hijo de un vecino con el que me encuentro a veces en el ascensor y en la calle y que parece sumido en un estado de desesperación tranquila. Había salido un momento a la calle a comprar cómida para su cotorrita.
Al macho posmo le gustan las mascotas... raras -no tenemos más remedio que decirlo así para hablar con propiedad-: los sapos -¿recuerdan “Sapito Limón”, aquella pegadiza guaracha de César Caminero?-, las arañas pollito, los lagartos overos, las tortugas, las iguanas, los chanchitos de Indias, los hamsters, los grillos, las musarañas –lástima que las musarañas sean difíciles de conseguir, ahora- y los escarabajos dorados.
El macho posmo tiene una gran capacidad lúdica. Juega constantemente, le encanta jugar. Por eso pide siempre que le regalen juguetes. Le fascinan los animalitos de peluche, como esos monos de extremidades larguísimas que suele llevar sobre los hombros, con los brazos (del mono) colgándole sobre el escueto pecho.
Juega en la casa de pá y má donde vive, ya se dijo, en incluso en plena calle con algún amigo, tirándola al aire y recogiéndola a media altura, una vez uno y otra vez otro, con una pelotita amarilla que nada tiene qué ver con las de golf o las de tenis, ni siquiera con las de ping pong. Son de un plástico muy suave y muy blando.
Esas pelotas tienen dibujada, o impresa, una carita con puntos negros que figuran los ojos y una línea curvada hacia arriba, como si la pelota se estuviera sonriendo. Son una reproducción exacta de los emoticones de la computación, usados en los chateos. Están saliendo ya al mercado en tamaños más chicos, más suaves, más blandas y en formas de corazón, estrellas de mar y otras.
¡Qué rico es el macho posmo! ¡Si es que es para comérselo!
© José Luis Alvarez Fermosel
4 comentarios:
Estimado Caballero: como no podía ser de otra forma, le sigo con todas las de la ley. Si ahora no está en radio está mal pero ya estará. Entonces toda mi flía y yo disfrutamos leyéndole en el blog.No es lo mismo que el sonido de la voz pero la nada es peor. Disfrutamos con todos sus escritos pero con los del macho posmo nos reimos a más no poder. ¡Con la pelotita! ¡Los borcegos! Todo es prácticamente igual a como ud dice.
Tengo 3 hijos. Varones:2 y una mujer. Mi hija es arquitecta y trabaja a más no poder. A los 31 años es una mina hecha y derecha. Los otros son dos vagos y un poco mayores que ella. Uno vino un día con 6 pelotitas: tres para él y 3 para su hermano. Mi mujer quiso saber para qué quería tantas.Su respuesta fue que eran desestresantes y que le venían muy bien para sacarse una tendinitis del codo. Lo que no sabemos es cómo agarró la tendinitis porque no labura de nada. Ahora quiere practicar alpinismo y a mí no me da la guita para bancarles estos "antojitos". José Luis: ya lo tengo decidido y se los dije:31 de diciembre es el último día que viven en casa si no empiezan a laburar y estudiar. ¡No puedo bancarlos más! ¡Tampoco los soportamos más! Cualquier otro día le comento cómo me ha ido con el "ultimatum" porque todavía no contestaron nada. Un gran abrazo, Fermosel y siga adelante así. Esteban García y flía.
No os arriendo la ganancia, amigos míos, con dos machos posmos a falta de uno en la familia.Ya veo a la sufrida má llevándoles la lechona a la cama primero a uno y luego al otro, y teniendo que darles todos los días un dinerito para sus barras de cereales y sus pelotitas. ¡Qué le vamos a hacer, son los tiempos que corren! Tal vez algún día nos reencontremos en las ondas sonoras. Gracias y un abrazo, Esteban, extensivo a toda la familia, incluídas esas dos criaturitas.
¡Maestro! Maestro de maestros: ¿cómo hace para conocer a estos seres tan inútiles? Sensacional, francamente sensacional. Lo curioso es que por estos lugares no los veo (tanto) pero no hace mucho viajé a la Capital y es una plaga. ¿No será contagioso? Un gran abrazo, Maestro. Hugo (Pehuajó)
Tienes razón, Hugo: cada vez hay más.Estrechemos filas nosotros, con nuestro gimnasio,nuestra ginebra,nuestro cigarro puro y nuestros bigotes de mosquetero.
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