Al hombre lo disminuye un entramado de bambú y piedra, en larga vertical, que tiene voluntad de rascacielos del subdesarrollo. Casi no se ve al hombre, que pisa una gran sombra azul que no es la suya.
Un andamiaje que parece terminal y el hombre que pasa rápido –se adivina-: unos segundos más y se perderá tras una esquina.
El hombre se mete en la sombra con conocimiento de causa. Va de negro, lleva sombrero. Tiene aire de agente secreto o de hampón elegante que sabe Dios qué siniestra misión va a cumplir.
Quizás sea un comprador de padparadschms que se dirige al cuadrilátero que forman las calles Silom-Mahesak-Suriwong-Decho (estamos hablando de Bangkok), y pasa al lado de ese armazón que tal vez sea lo que resta de un edificio semi deshecho por un tornado.
Bangkok. Rubíes, berilos, jades, zafiros, ópalos, espinelas, turmalinas… ¡Cuidado con Soi Wanit, que es la calle de las piedras falsas!
Al hombre enigmático, en un no menos misterioso escenario, casi más yerto que inmóvil, lo ha detenido el relámpagueo de un “flash” y se ha quedado ahí, en un contexto azul; y no sabremos nunca quién es, a dónde va ni qué hará. La magia muerta de la instantánea, de la foto que se tira sin saber por qué y luego vienen los sueños inquietantes.
Pero la foto no es una foto. ¿O sí? ¿No es un dibujo que se parece a una fotografía?
Todo es, está azul, pero éste de la imagen del hombre de negro es un azul que no se las trae todas consigo. Es como el azul de aquella película en la que a Porter no querían devolverle sus 70.000 dólares.
Es que en Bangkok, que es de color naranja y no azul, puede pasar cualquier cosa, ya se sabe.
Un andamiaje que parece terminal y el hombre que pasa rápido –se adivina-: unos segundos más y se perderá tras una esquina.
El hombre se mete en la sombra con conocimiento de causa. Va de negro, lleva sombrero. Tiene aire de agente secreto o de hampón elegante que sabe Dios qué siniestra misión va a cumplir.
Quizás sea un comprador de padparadschms que se dirige al cuadrilátero que forman las calles Silom-Mahesak-Suriwong-Decho (estamos hablando de Bangkok), y pasa al lado de ese armazón que tal vez sea lo que resta de un edificio semi deshecho por un tornado.
Bangkok. Rubíes, berilos, jades, zafiros, ópalos, espinelas, turmalinas… ¡Cuidado con Soi Wanit, que es la calle de las piedras falsas!
Al hombre enigmático, en un no menos misterioso escenario, casi más yerto que inmóvil, lo ha detenido el relámpagueo de un “flash” y se ha quedado ahí, en un contexto azul; y no sabremos nunca quién es, a dónde va ni qué hará. La magia muerta de la instantánea, de la foto que se tira sin saber por qué y luego vienen los sueños inquietantes.
Pero la foto no es una foto. ¿O sí? ¿No es un dibujo que se parece a una fotografía?
Todo es, está azul, pero éste de la imagen del hombre de negro es un azul que no se las trae todas consigo. Es como el azul de aquella película en la que a Porter no querían devolverle sus 70.000 dólares.
Es que en Bangkok, que es de color naranja y no azul, puede pasar cualquier cosa, ya se sabe.
© José Luis Alvarez Fermosel
2 comentarios:
¡Qué buena imagen! ¡qué buen ojo para seleccionarla y toda la descripción! O sea, todo está genial. Saludos. Javier.
JAVIER: Te agradezco mucho tus generosos conceptos, que me sirven de estímulo. Un abrazo.
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