martes, 29 de abril de 2008

Dolce

Hoy, 29 de abríl, es el Día del Animal: el día de nuestros hermanos menores, que tantas satisfacciones y alegrías nos proporcionan.
Los perros, por ejemplo, son modelos de lealtad, templanza y paciencia, por nombrar sólo algunas de sus muchas virtudes. Nos dan un gran cariño y nos prestan una fidelidad absoluta sólo a cambio de una sencilla pitanza y un poco de afecto. Salvaron muchas vidas humanas y murieron cuando su amo murió, o los abandonó.
Yo he tenido no sólo perros, sino toda clase de animales, incluidos un lagarto y un buho. Ahora tengo una perrita tierna, muy pegada a mí y a mi mujer, que no tiene precisamente un pedigrí muy lucido, pues pertenece a la raza perro a secas, ¡y a mucha honra! Se llama Dolce.
¿Cómo, una perra con nombre italiano en la casa de un español?, se preguntarán ustedes. Es que así se llamaba la hembrita que integraba, junto con los machos Capi y Zerbino y el mono Corazón Lindo, la pequeña “troupe” del viejo Vitalis, seudónimo de Carlo Balzani, un famoso cantante de ópera italiano que se ganaba la vida en su vejez y decadencia representando espectáculos callejeros en pueblos de Francia. Le acompañaba Remigio, un niño sin padres que él había prohijado. Dolce y Zerbino se perdieron una noche de invierno en un bosque y se los comieron los lobos.
La novela, pues como habrán adivinado estaba hablando de una novela, se titula “Sin familia” y su autor es un escritor francés llamado Héctor Malot. Fue uno de los primeros libros que leí en mi vida y uno de los que más me gustaron.
Volviendo a Dolce, habrá que decir que es pequeña –pesa cinco kilos-, rubia como un puma y tiene los ojos saltones, oscuros y muy expresivos, como dos grandes botones negros.
Se desayuna con unos bocados de queso que yo le doy cada mañana en cuanto me levanto, ante sus saltos, sus meneos de cola y algún quejidito discreto. Más tarde come su comida de perro.
Nos la trajo mi hijo Juan Ignacio cuando aún no nos habíamos repuesto de la pérdida de Slick, el primer perro que tuvo Maite, recogido de la calle, que también era buenísimo.
Juan Ignacio traía a Dolce, que no tendría más de un mes, envuelta en una campera que desplegó de pronto sobre la mesa. Y ahí saltó la perrita, que tenía el hocico negro como el carbón y se le ha ido poniendo blanco con los años.
Dolce es nuestra alegría y nuestra diversión, porque tiene mucha gracia y hace de tanto en tanto esas monerías que hacen todos los perros de todas las razas.
Duerme, naturalmente, a los pies de nuestra cama. En algunas ocasiones me he despertado por la noche y me la he encontrado en mi almohada.
Cuando tiene hambre me mira fijamente, de una manera especial, y mueve el rabo. Si por cualquier circunstancia no le pongo enseguida su alimento balanceado en su escudilla roja, no ladra ni se queja: se va a su rincón favorito, bajo el escritorio donde está la computadora, se echa sobre una manta verde y espera pacientemente sin la menor exigencia, sin ninguna protesta. ¡Qué gran ejemplo dan los animales al “homo sapiens”, tan soberbio, tan posesivo, tan impaciente, tan egoísta…!
Dolce es temerosa, pero vence el miedo y va para adelante, así que no es cobarde, sino todo lo contrario. Su valor le viene de familia, pues su padre murió peleando con otro perro.
Es enormemente cariñosa y tan fiel y abnegada como cualquiera de sus congéneres… o tal vez un poquito más.
Cuando nos vamos de casa y la dejamos sola se desespera, ladra, llora y termina por meterse debajo de la cama. Cuando volvemos nos recibe con un entusiasmo y una alegría indescriptibles. Salta, corre, se nos pone de patas, trae su pelota color naranja para que juguemos a tirársela y ella a agarrarla, y nosotros a sacársela de nuevo y volver a tirársela.
A veces, cuando estoy leyendo o escribiendo, se sube a mi sillón, es decir, a mi silla de director de cine verde, y se fija en lo que estoy haciendo. Cualquiera diría que se pone ella también a leer, o a escribir.
He felicitado a Dolce en su día. Lo hago también a las mascotas de mis compañeros y amigos…¡y a todas las del mundo!


©José Luis Alvarez Fermosel
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Caballero Español: yo lo escuché por la radio cuando ud. saludó a todos los animalitos en su día. Claro que también oí a la oyente que dijo que el Día del Perro era otra fecha y me pareció un poco tonto excluirlos porque animales son todos. Además, personalmente, creo que a los animales (todos) habría que homenajearlos y respetarlos siempre ya que son verdaderos maestros en el arte del cariño. Le mando un beso y muchos más para su mascota que es divina. Lucrecia (Córdoba)

Anónimo dijo...

Querida Lucrecia: Primero y principal gracias por escribirme. Segundo, estoy totalmente de acuerdo contigo y en desacuerdo con esa señora que mencionas, que llamó a la radio. Todos los animales se merecen nuestro homenaje todos los días. Dolce te manda un par de lametazos y yo un beso grande.