sábado, 5 de abril de 2008

Cada vez peor

Hablamos y escribimos cada vez peor. Lo malo es que parece no haber solución para este problema. Si seguimos a este paso el rico y eufónico idioma español se convertirá muy pronto en un cocoliche que sólo entenderán quienes lo convirtieron en tal.
Para colmo de males los obsesos de la cultura “click”, aquellos que se despepitan por la paquetería “cool” y los que quieren sentar plaza de originales y entendidos –ninguno de ellos tiene idea de nada- contribuyen con entusiasmo digno de mejor causa a la confusión general.
Hasta hace muy poco tiempo se llamaba politicólogo al experto, o supuesto experto en política –debe haber pocos, porque de lo contrario no estaríamos como estamos-. Después se lo calificó de politólogo –que suena muy mal-. Ultimamente, debido a la hinchazón retórica y a la manía de retorcerlo todo para parecer culto, la palabreja devino cientista político.
Mucho cientista, mucho cientista, pero a la hora de la verdad lo que predomina es la falta de ciencia y, peor aún, de la instrucción más elemental, falta que caracteriza precisamente a los políticos. Claro que, como dijo Robert Louis Stevenson, la política es algo para lo que se supone que no se necesita ninguna preparación.
Ultimamente no hemos estado muy atentos a la radio y a la televisión, por lo cual sólo nos hemos topado con barbaridades como artilugio por subterfugio, egoísticamente por egoístamente, obsesividad por obsesión, mecanicidad por mecanismo, conexidad por conexión, locación de servicios por prestación de servicios, confusionales por confusos, criteriosidad por criterio, encargue por encargo, acomedido por comedido, concretización por concreción, conferencista por conferenciante, amenazantemente por amenazadoramente, doblegar esfuerzos por redoblar esfuerzos, autosuicidio por suicidio, disgresión por digresión, enforzar por obligar, esparcer por esparcir, expander por expandir, si podría hacerse por si pudiera hacerse, la práctica totalidad por la casi totalidad, preveer por prever, reservación por reserva, presunta víctima por víctima, convivenciar por convivir y polvoso por polvoriento.
La cereza en el pastel: en un sesudo texto de un conocido historiador se dice “Esperando a Godoy”, cuando el título exacto de la obra del escritor irlandés Samuel Beckett es “Esperando a Godot”.
Basta por hoy. Volveremos.


© José Luis Alvarez Fermosel

No hay comentarios: