martes, 8 de septiembre de 2009

El imperio del ocio (II)

Todos los habitantes del planeta tierra nos sentiremos muy pronto obligados a dirigir nuestros sueños de exotismo hacia la conquista de otros mundos.
Mientras tanto, la ciencia y la técnica no cesarán de ofrecer a los súbditos del imperio del ocio nuevos medios de expansión para el cuerpo y, lo que es más importante, para el espíritu.
La expectativa de vida aumenta con el paso del tiempo. Se calcula que para dentro de 10 ó 15 años el promedio de vida será de 85 años. Y no se descarta que se pueda llegar a vivir 120. El problema es que para esas fechas la humanidad tendrá mucho tiempo libre.
Hace algunos años, el entonces ministro norteamericano de Trabajo, Williard Witz, anunció públicamente en Washington ante 200 corresponsales llegados del mundo entero que poco después del año 2.000 se trabajarían 20 horas por semana. Acababa de anunciar la revolución del ocio.
Poco después se instalaba la RCA 31 en la sala de máquinas de The Angeles Times. Se trataba de una linotipia eléctrica ante la cual no era necesario que se sentara ningún tipógrafo. Ella sola componía una columna del periódico en 17 segundos. Y en una hora tenía listas 36.000 líneas.
Cuando los dirigentes del New York Times adoptaron esa misma máquina, 3.000 tipógrafos se declararon en huelga. Ahora, con la informática, todo eso es historia.
"Las máquinas han terminado por sustituir a los hombres", dijo el ministro Witz al dirigente de los huelguistas Bertran Power. Tenía razón.
Cuando el obrero lionés Joseph Jacquard inventó en 1802 el bastidor de tela, su máquina suprimió el trabajo de cinco de sus colegas sobre 10 que integraban el equipo. Entonces se trabajaba cerca de 70 horas semanales y no había vacaciones de ninguna especie.
Los tejedores acabaron por aceptar la máquina de tejer. La revolución impuesta por la mecánica aportaría, años más tarde, el derecho a dos semanas de vacaciones pagadas por cada año de trabajo.
La segunda revolución industrial provocada por la energía eléctrica alargó las vacaciones a tres semanas. La tercera revolución que surgió con la presencia de la mecanización, permitió ofrecer a la mayoría de los obreros franceses cuatro semanas de descanso al año.
El hombre trabajaba 70 horas por semana y vivía poco más de 40 años promedio. Dentro de 20 años, la aventura de los tipógrafos norteamericanos será casi prehistórica.
Esto, que parecía una utopía, está convirtiéndose en realidad. Los expertos han convenido en ello. Los propios técnicos, incluso. Los próximos 25 años trastocarán la vida del planeta.
Las futuras generaciones que comiencen a ver la luz en esa época veranearán en la luna (¿balneario termal, quizás?) y protestarán por la lenta burocracia cibernética de la corporación interplanetaria.
Tal vez serán miembros de una federación general africana, latinoamericana o asiática y testigos de la curación del cáncer y el descubrimiento de una vacuna contra el SIDA. Eso será también la revolución del ocio.
Hace ya bastantes años, el sindicalista norteamericano Walter Reuter contemplaba en la Ford las primeras máquinas automáticas dedicadas a la fabricación de automóviles.
- ¿Cómo hará usted para obligarles a pagar las cuotas sindicales?- preguntó uno de los directores de la fábrica.
Reuter contestó:
- Si ustedes tratan de llegar a la desocupación, tropezarán con un difícil problema: no podrán vender los automóviles. Los economistas han afrontado con astucia este problema. Saben que si la automatización reduce los operarios, condena asímismo a que las industrias pierdan su clientela.
La única solución, a juicio del economista francés Jean Fourastier, es aumentar los sueldos y reducir el horario de trabajo. Los países industriales están amenazados con la espada de Damocles que significa esta sentencia.


© José Luis Alvarez Fermosel

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