jueves, 10 de septiembre de 2009

El imperio del ocio (y V)

El sabio ruso G. I. Pokrowsi, quien dirigió las grandes excavaciones de Siberia, anunció fantásticos trabajos que podrían parecer increíbles, pero que son viables, como la perforación de un túnel bajo el Himalaya, la dislocación del banco glaciar del Artico, el cierre del estrecho de Bering y otras obras que permitirán enlazar Siberia y Alaska.
En los albores del siglo XXII estaremos obligados a satisfacer nuestras ansias de exotismo con la conquista visual de Marte, Venus o Júpiter.
Sin embargo, la técnica no dejará de ofrecer a los consumidores del ocio inteligente nuevos medios de expansión para el cuerpo y el espíritu. No sólo todo el mundo será dueño de su propio loft, de su chalé en el country y de su bungalow en la playa, sino que podrá descender cuando le venga en gana al Orinoco en su motocicleta submarina, pescar en las Bahamas y retratar a los elefantes marinos con un sofisticado equipo fotográfico propio en el Polo Norte.
Según el biólogo norteamericano Julián Huxley, premio Nobel, el hombre de los tiempos futuros, liberado por las máquinas, podrá consagrarse al fin a una bella forma de expansión interior: practicar las artes, el teatro, la música, la literatura.
En un cuarto de siglo más, el pueblo más atrasado de nuestro tiempo participará en los mismos progresos técnicos que quienes produzcan la cultura para masas. Nadie puede predecir si una metrópoli entera se dedicará a consagrar la gran cantidad de tiempo libre que tendrá a estudiar la obra de Van Gogh, si de la misma se hacen millones y millones de reproducciones para insertarlas en fichas magnéticas de telectores.
Si es muy posible que un provinciano de Asia conozca de esta manera a Van Gogh, el provinciano en cuestión no será un provinciano de ahora, sino un hombre perfectamente ilustrado. Entre otras cosas, por la técnica.
Ahora bien, cuando la automatización haya establecido la edad de las jubilaciones, hombres muy jóvenes ascenderán al poder, de acuerdo con las tendencias generalizadas en los últimos tiempos. Los dirigentes serán más jóvenes, la economía más dinámica y las transformaciones mucho más rápidas.
Dentro de 15 años los octogenarios de ambos sexos no serán gente de mucha edad, sino física y espiritualmente madura, como ahora lo son los de 50 y 60, y las mujeres no habrán perdido su atractivo físico. La vejez será un mito. La medicina, las vacaciones y la industria de la belleza mantendrán sus cuerpos jóvenes y fuertes.
En estos momentos, en Francia, sólo una comunidad sobre cuatro posee una asociación deportiva y los intendentes municipales se quejan del cansancio de una juventud -por otra parte transgresora- que ha hecho un culto de la violencia y el feísmo.
Las nuevas ciudades de absorción de Alemania o Inglaterra carecen de locales apropiados para que los jóvenes puedan encontrarse, en vez de agruparse por casualidad. Todos los expertos están de acuerdo: hay que organizar la civilización del imperio del ocio.
Al cabo de un siglo, hemos conseguido ganar 1.500 horas de trabajo. Conquistamos ya el derecho al ocio inteligente. Ahora ese derecho no ceja de estimular al hombre hacia el descanso y la diversión en fines de semana largos, en el extremo aparentemente más recóndito de un mundo que estará al alcance de cualquiera en todos los sentidos.
En Francia hay cientos de miles de pintores aficionados. La economía mundial ha azotado y borrado muchas fronteras y se están olvidando en casi todo el mundo las rivalidades nacionales de antaño. El ocio inteligente constituye, incuestionablemente, un factor de dinamismo social y de desenvolvimiento humano.
En los próximos años, la tendencia se precipitará. Los hábitos van a cambiar por sí mismos. Pero la revolución del ocio no se abandonará a la improvisación. Hace falta preparar y dirigir su evolución. Por ello, frente a ese futuro que ya alborea en muchos lugares del mundo, médicos, psicólogos, sociólogos y otros profesionales del estudio del espíritu y el cuerpo del ser humano coinciden en que es necesario preparar al hombre para la civilización del ocio; para una nueva forma de vida que llevará al homo sapiens a terrenos no conocidos hasta ahora y le acercará a la felicidad plena, haciendo por fin realidad el viejo lema latino de mens sana in corpore sano.


© José Luis Alvarez Fermosel

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