miércoles, 17 de marzo de 2010

Animal enciclopédico

El primer periodista gastronómico de la historia, el francés Alexandre Grimod de la Reynière, calificó al cerdo de “animal enciclopédico”, sin duda porque de él se aprovecha todo.
Grimod de la Reynière fue un personaje muy curioso del siglo XVIII francés, mezcla de “dandy” y “playboy” y, desde luego, amante de la buena mesa. Reunía en su casa -un magnífico hotel de los Campos Elíseos que, si mal no recuerdo, ocupa ahora la Embajada de los Estados Unidos en Francia-, a lo más granado de la intelectualidad de la época.
Los invitados eran siempre veintidós, de los cuales sólo dos eran mujeres y tenían que estar vestidas de hombre. Tenía dinero por su familia, lo que no le llevó a una holganza excesiva, pues se licencio en Derecho y trabajó como periodista, distinguiéndose en esta disciplina por su agudeza.
El no menos conspicuo Charles Manselet
, también francés, también periodista, también “gourmet” y, además, novelista y autor dramático, se ocupó, asímismo, del cerdo, al que calificó de animal rey, ángel querido…
Otros muchos autores y personalidades de distintos ámbitos y nacionalidades escribieron del cerdo largo y tendido.
Es que, como dice José Repollés
en su delicioso librito –agotado, por desgracia- Cocina Española, de la colección Zas-Marabú de Bruguera, el cerdo es el rey de los animales, gastronómicamente hablando, por supuesto.
Repollés nos informa que al cerdo, cuando está casado, ha de llamársele verraco; a su esposa, cerda; y a los hijos, según su edad, lechón, cochinillo o puerco. Cuando al cerdo se le castra se le llama cochino o gorrino. Sólo cuando está muerto debe recibir el culinario nombre de cerdo.
Otro autor de campanillas, el comediógrafo, poeta y articulista Juan Chorot Castillo
, colaborador durante muchos años de los diarios españoles Arriba y ABC, dedicó al cerdo el soneto reproducido bajo estas líneas.
Chorot –así firmaba- llegó al pináculo de su popularidad como escritor festivo en la revista humorística madrileña La Codorniz, donde inmortalizó secciones como “Coplas a escoplo” y “Luchas matrimoniales”.

Soneto al cerdo

No fuiste, no -muy otro fue tu sino-
bello animal como el caballo hermoso;
ni como el cisne en su bogar sedoso
estiraste el pescuezo peregrino.

No es tu gruñido el canto delicioso
del arroyo quebrado y cristalino;
ni tu rabo rizoso, buen cochino,
pudo ser nunca tu remate airoso.

Tus bellas cualidades, tan famosas,
las descubren tus carnes sustanciosas
que en alarde de líder las impones.

Porque para vencer en toda raya
al cisne, o al caballo, o al arroyo,
te bastan tus magníficos jamones.

© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:
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