Los laboratorios, o fábricas, o depósitos de ideas, o tanques de pensamiento, como se los quiera llamar en español -en inglés el término es “think tank”-, proliferan ya en casi todo el mundo.
Fundaciones, intelectuales, economistas y "operadores" han constituído los “think tanks”: seminarios de ideas, instituciones apartidistas, según se definen, que se dedican a ofrecer soluciones a los problemas que se plantean en nuestro tiempo.
Las políticas que defienden partidos y sindicatos o las denominaciones que toman los gobiernos ante las crisis (fundamentalmente económicas) nacen en estas fundaciones, que son el nuevo centro de poder que asesora a la elite dirigente.
Los “white collars” norteamericanos dicen, no sin cierto cinismo, que en Washington hay cuatro poderes: el Ejecutivo, la judicatura, los “think tanks” y la prensa. Y no por este orden.
Los mejores cerebros en todos los campos de la política, las fuerzas armadas, la economía, la industria, las relaciones exteriores, las comunicaciones y la sociedad riñen una sorda pero feroz batalla por suministrar ideas a la elite política en los cambios que se avecinan.
Los “think tanks” se han convertido en un engranaje del poderoso y complejo mecanismo político-económico-social norteamericano.
En determinados aspectos sustituyeron a la evaluación que, dentro de la inteligencia abierta, integró y puso de relieve informaciones al más alto nivel durante la guerra fría. Sus antecedentes fueron lo que los norteamericanos llamaron “E-mati” y los rusos “svodka”. Es decir, evaluación. Una evaluación significaba entonces la incorporación de toda clase de información al más alto nivel.
La revista Planeta dijo algún tiempo atrás que ninguno de esos hacedores de decisiones, poseedores del verdadero poder, más allá del poder aparente del jefe del Estado, existió en Rusia antes de 1917, año de la revolución. Habrían sido creados directamente por Lenin.
El puesto de evaluador existió en los Estados Unidos, al parecer, desde 1947.
Según Andrés Ortega Klein un 37,8% están en los Estados Unidos y sólo un 8,03 % en América del Sur, principalmente en Argentina, Chile, Brasil y Colombia.
Hay actualmente cerca de 2000 "think tanks" en los Estados Unidos. Los 100 más prestigiosos e influyentes están en Washington. La competencia entre ellos es brutal.
"Estamos librando una verdadera guerra de ideas", señaló Cheryl Rubin, de la Heritage Foundation (HF). La HF y la American Enterprise Institute (AEI) están considerados hoy como los "think tanks" depositarios de la mayor parte del poder intelectual norteamericano.
Los "think tanks" aseguran que son apartidistas. Pero tienen una indudable coloración política en la práctica. No pagan impuestos, tienen que demostrar que no están politizados y se dedican al estudio y la investigación.
La influencia de los "think tanks" es impresionante, dentro y fuera de los Estados Unidos. Los medios de comunicación constituyen su principal instrumento. La independencia de los "think tanks" se fundamenta en su autonomía financiera. Los principales cuentan con importantes recursos procedentes de antiguas donaciones que aportaron fundaciones, corporaciones y simples particulares.
Los "think tanks", centros de pensamiento y debate, poder en la sombra, ejercen una influencia cada vez mayor sobre los cuadros de dirigentes, quienes antes de tomar una decisión piden los análisis y estrategias que elaboran los expertos.
Fundaciones, intelectuales, economistas y "operadores" han constituído los “think tanks”: seminarios de ideas, instituciones apartidistas, según se definen, que se dedican a ofrecer soluciones a los problemas que se plantean en nuestro tiempo.
Las políticas que defienden partidos y sindicatos o las denominaciones que toman los gobiernos ante las crisis (fundamentalmente económicas) nacen en estas fundaciones, que son el nuevo centro de poder que asesora a la elite dirigente.
Los “white collars” norteamericanos dicen, no sin cierto cinismo, que en Washington hay cuatro poderes: el Ejecutivo, la judicatura, los “think tanks” y la prensa. Y no por este orden.
Los mejores cerebros en todos los campos de la política, las fuerzas armadas, la economía, la industria, las relaciones exteriores, las comunicaciones y la sociedad riñen una sorda pero feroz batalla por suministrar ideas a la elite política en los cambios que se avecinan.
Los “think tanks” se han convertido en un engranaje del poderoso y complejo mecanismo político-económico-social norteamericano.
En determinados aspectos sustituyeron a la evaluación que, dentro de la inteligencia abierta, integró y puso de relieve informaciones al más alto nivel durante la guerra fría. Sus antecedentes fueron lo que los norteamericanos llamaron “E-mati” y los rusos “svodka”. Es decir, evaluación. Una evaluación significaba entonces la incorporación de toda clase de información al más alto nivel.
La revista Planeta dijo algún tiempo atrás que ninguno de esos hacedores de decisiones, poseedores del verdadero poder, más allá del poder aparente del jefe del Estado, existió en Rusia antes de 1917, año de la revolución. Habrían sido creados directamente por Lenin.
El puesto de evaluador existió en los Estados Unidos, al parecer, desde 1947.
Según Andrés Ortega Klein un 37,8% están en los Estados Unidos y sólo un 8,03 % en América del Sur, principalmente en Argentina, Chile, Brasil y Colombia.
Hay actualmente cerca de 2000 "think tanks" en los Estados Unidos. Los 100 más prestigiosos e influyentes están en Washington. La competencia entre ellos es brutal.
"Estamos librando una verdadera guerra de ideas", señaló Cheryl Rubin, de la Heritage Foundation (HF). La HF y la American Enterprise Institute (AEI) están considerados hoy como los "think tanks" depositarios de la mayor parte del poder intelectual norteamericano.
Los "think tanks" aseguran que son apartidistas. Pero tienen una indudable coloración política en la práctica. No pagan impuestos, tienen que demostrar que no están politizados y se dedican al estudio y la investigación.
La influencia de los "think tanks" es impresionante, dentro y fuera de los Estados Unidos. Los medios de comunicación constituyen su principal instrumento. La independencia de los "think tanks" se fundamenta en su autonomía financiera. Los principales cuentan con importantes recursos procedentes de antiguas donaciones que aportaron fundaciones, corporaciones y simples particulares.
Los "think tanks", centros de pensamiento y debate, poder en la sombra, ejercen una influencia cada vez mayor sobre los cuadros de dirigentes, quienes antes de tomar una decisión piden los análisis y estrategias que elaboran los expertos.
© José Luis Alvarez Fermosel
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