martes, 23 de noviembre de 2010

Laconismo y raciocinio

Hay gente que habla y habla sin cesar, esté donde esté y con quien esté, deba hablar o no. Esa gente suele tener poco o nada qué decir, pero no lo sabe, o no le importa. Su cháchara huera aburre espantosamente. Pero ellos no se dan cuenta, o quizás piensan que son amenos, si no brillantes. Creo que esto es lo más probable.
Otras personas hablan lo justo. Casi siempre, lo que dicen cuando rompen el silencio equivale a una sentencia. Hay otros que no teniendo nada qué decir, no hablan. Hacen bien. Hay un refrán muy popular que reza: El bobo si es callado, por talento es admirado.
Al último grupo, al de los callados, pertenecía una hermosa muchacha andaluza –de Sevilla, por más señas- cuyo trato, y el de unas amigas suyas, frecuentábamos hace muchos años una simpática pandilla de jóvenes estudiantes.
No es que la chica hablara menos que sus amigas, entre las cuales unas hablaban más y otras menos; ella no hablaba nada, cosa que nosotros le reprochábamos cariñosamente.
Un día se salió por peteneras y nos dijo más o menos en verso:
“Y yo pá que vi a hablá,
que vi a desí, pá no desí ná,
más vale estar callá”.
La explicación fue lógica, rotunda y sincera. Y no dejó de tener gracia.

© José Luis Alvarez Fermosel

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