El título, en los textos periodísticos, fundamentalmente, es importantísimo.
Un buen título, un título con garra, engancha; por eso se dice que “tiene gancho”, si es bueno; porque te lleva a leer inmediatamente el texto que va a continuación.
Arriba del título suele ir una frase no muy larga llamada volanta. Si va debajo, es una bajada.
No todos los periodistas, y me refiero a los que baten el cobre a diario, y escriben más que “El Tostao”, son buenos tituleros. Muchos de los que saben titular bien, redactan mal. Unos pocos privilegiados, de los que sirven lo mismo para un roto que para un descosido, hacen bien las dos cosas: redactar y titular.
Lo dicho sobre el título es aplicable al “lead”, copete, cabeza o primer párrafo, que debe redactarse de tal manera que, una vez leído, el lector se apreste inmediatamente a zambullirse en lo que sigue, a pesar de que en esos primeros renglones se dé a conocer el qué, quién, dónde, cuándo, cómo y por qué del asunto que es lo que corresponde.
En los diarios y las revistas es común extraer del cuerpo de la nota un párrafo, que generalmente se pone al costado, con otra tipografía, y se llama “read out”, destacado o recogido. La nota, si además lleva subtítulos, sale así un poco más… “vestida”.
En ciertos libros, ese recogido se pone debajo de cada capítulo. En otros –antes, y específicamente en los folletines-, se explicaba en un par de líneas lo que el lector iba a encontrarse. Por ejemplo: capítulo XII, y abajo: “En el que el marqués descubre que su mujer le engaña con el jardinero”.
Esos redactores, como los solaperos, o escritores de solapas y contraportadas de libros, tienen un dominio extraordinario de su oficio y escriben muy bien.
Estoy releyendo un libro de Alain Guérin, titulado El general gris, sobre el general Reinhard Gehlen, jefe del Servicio de Inteligencia Federal (B. N. D.) de Alemania Occidental durante la Guerra Fría.
Hay unos recogidos, o destacados, bajo cada capítulo, que no es que resuman ni sinteticen nada, que en definitiva sí lo hacen, sino que catapultan al lector a la lectura inmediata del capítulo, muchos de los cuales, por no decir todos, tienen también una garra brutal.
No puedo resistir la tentación de transcribir algunos.
Por ejemplo, el capítulo VII dice: “Se llamaba Vlassov”. Y abajo se lee, entre otras frases: “Siempre entre dos orgías”, “Los vagabundos de la traición”, “Marionetas en el frigorífico”…
“Honor a los antiguos” es el título del capítulo XI, bajo el cual se evoca a la Viena del “Tercer Hombre” y a continuación se cita a “La pequeña villa del lúpulo”, el tesoro de las S. S. y se recomienda “tirar justo y llegar lejos”.
Bajo el capítulo XIII, titulado “Un pequeño estanque cubierto de nenúfares“, se lee: “El teniente coronel vendía cigarrillos”, “El ‘espionaje sindical’ ”, “Un proceso en El Cairo”…
Capítulo XV: “Una pistola del 7’65 marca Astra”, “El muro de la vergüenza contra la muralla de la paz”, “La cita en una piscina”…
En el capítulo XVII se menciona al barman del Expreso de Oriente, se recomienda “no dejarse acunar por peligrosos sueños” y se recuerda que “en un casino de Túnez…”
En otros capítulos hay destacados como “Una bala de revólver en un sobre vacío”, “Suicidio en el granero”, “Pierre se ha enterado de K-D2…”, “El centauro y el hipogrifo”, “Guardaba siete almas en su pecho”, “Un caballero asesino, de mirada particularmente franca”…
Lo mejor de todo es que el libro es lo suficientemente bueno como para no necesitar ninguno de esos incentivos, que son otras tantas cerezas en el pastel.
Un buen título, un título con garra, engancha; por eso se dice que “tiene gancho”, si es bueno; porque te lleva a leer inmediatamente el texto que va a continuación.
Arriba del título suele ir una frase no muy larga llamada volanta. Si va debajo, es una bajada.
No todos los periodistas, y me refiero a los que baten el cobre a diario, y escriben más que “El Tostao”, son buenos tituleros. Muchos de los que saben titular bien, redactan mal. Unos pocos privilegiados, de los que sirven lo mismo para un roto que para un descosido, hacen bien las dos cosas: redactar y titular.
Lo dicho sobre el título es aplicable al “lead”, copete, cabeza o primer párrafo, que debe redactarse de tal manera que, una vez leído, el lector se apreste inmediatamente a zambullirse en lo que sigue, a pesar de que en esos primeros renglones se dé a conocer el qué, quién, dónde, cuándo, cómo y por qué del asunto que es lo que corresponde.
En los diarios y las revistas es común extraer del cuerpo de la nota un párrafo, que generalmente se pone al costado, con otra tipografía, y se llama “read out”, destacado o recogido. La nota, si además lleva subtítulos, sale así un poco más… “vestida”.
En ciertos libros, ese recogido se pone debajo de cada capítulo. En otros –antes, y específicamente en los folletines-, se explicaba en un par de líneas lo que el lector iba a encontrarse. Por ejemplo: capítulo XII, y abajo: “En el que el marqués descubre que su mujer le engaña con el jardinero”.
Esos redactores, como los solaperos, o escritores de solapas y contraportadas de libros, tienen un dominio extraordinario de su oficio y escriben muy bien.
Estoy releyendo un libro de Alain Guérin, titulado El general gris, sobre el general Reinhard Gehlen, jefe del Servicio de Inteligencia Federal (B. N. D.) de Alemania Occidental durante la Guerra Fría.
Hay unos recogidos, o destacados, bajo cada capítulo, que no es que resuman ni sinteticen nada, que en definitiva sí lo hacen, sino que catapultan al lector a la lectura inmediata del capítulo, muchos de los cuales, por no decir todos, tienen también una garra brutal.
No puedo resistir la tentación de transcribir algunos.
Por ejemplo, el capítulo VII dice: “Se llamaba Vlassov”. Y abajo se lee, entre otras frases: “Siempre entre dos orgías”, “Los vagabundos de la traición”, “Marionetas en el frigorífico”…
“Honor a los antiguos” es el título del capítulo XI, bajo el cual se evoca a la Viena del “Tercer Hombre” y a continuación se cita a “La pequeña villa del lúpulo”, el tesoro de las S. S. y se recomienda “tirar justo y llegar lejos”.
Bajo el capítulo XIII, titulado “Un pequeño estanque cubierto de nenúfares“, se lee: “El teniente coronel vendía cigarrillos”, “El ‘espionaje sindical’ ”, “Un proceso en El Cairo”…
Capítulo XV: “Una pistola del 7’65 marca Astra”, “El muro de la vergüenza contra la muralla de la paz”, “La cita en una piscina”…
En el capítulo XVII se menciona al barman del Expreso de Oriente, se recomienda “no dejarse acunar por peligrosos sueños” y se recuerda que “en un casino de Túnez…”
En otros capítulos hay destacados como “Una bala de revólver en un sobre vacío”, “Suicidio en el granero”, “Pierre se ha enterado de K-D2…”, “El centauro y el hipogrifo”, “Guardaba siete almas en su pecho”, “Un caballero asesino, de mirada particularmente franca”…
Lo mejor de todo es que el libro es lo suficientemente bueno como para no necesitar ninguno de esos incentivos, que son otras tantas cerezas en el pastel.
© José Luis Alvarez Fermosel
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