La Web plantea el problema de tener cada vez más información y menos conocimiento.
Mario Vargas Llosa aborda esta cuestión ya en el título de un artículo (relacionado) publicado en el diario La Nación de Buenos Aires.
El autor de “Conversación en la catedral”, peruano, de 74 años, nacionalizado español, ocasionalmente residente en Londres, premio Nobel de Literatura 2010, afirma que la lectura del famoso libro “Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes”, del escritor estadounidense Nicholas Carr, le dejó “fascinado, asustado y entristecido”.
El libro de Carr reivindica las teorías del olvidado Marshall McLuhan -de quien la revista ADN de cultura de La Nación y nosotros nos ocupamos en un post anterior-. McLuhan sostenía que los medios no son nunca meros vehículos de un contenido, sino que ejercen una solapada influencia sobre éste y que a largo plazo modifican nuestra manera de pensar y actuar.
“No es verdad que Internet sea sólo una herramienta. Es un utensilio que pasa a ser una prolongación de nuestro propio cuerpo, de nuestro propio cerebro, el que, también, de una manera discreta, se va adaptando poco a poco a las funciones de este nuevo sistema de informarse y de pensar, renunciando poco a poco a las funciones que este sistema hace por él y, a veces, mejor que él”. Esto dice Vargas Llosa en su lúcido análisis, titulado “Más información, menos conocimiento”.
Su trabajo añade que "Van Nimwegen dedujo, después de uno de sus experimentos, que confiar a las computadoras la solución de todos los problemas cognitivos reduce la capacidad de nuestros cerebros para construir estructuras estables de conocimientos. En otras palabras: cuanto más inteligentes sea nuestra computadora, más tontos seremos nosotros”.
Vargas Llosa en El Jute
Conocimos a Mario Vargas Llosa, es decir, lo veíamos con frecuencia en un tabernucho de la calle Menéndez y Pelayo de Madrid que se llamaba El Jute. Allí escribió varias páginas de su novela “La ciudad y los perros”.
Habrían de pasar muchos años hasta que nos presentaran oficialmente y trabáramos una relación fluida y simpática. Esto ocurrió a finales de noviembre de 1988, en la 54 Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que se celebró en la ciudad balnearia uruguaya de Punta del Este y nosotros cubrimos, como enviados especiales, para un semanario panamericano con sede central en Washington.
Vargas Llosa mostró su vocación de desmitificador en una de las ponencias más aplaudidas de la asamblea, al resaltar la capacidad del ser humano para mezclar con extraordinaria habilidad los planos de lo real y lo imaginario. No sabemos distinguir, con harta frecuencia, la verdad de la mentira.
El culto a lo irreal, a lo fantástico –el “realismo mágico” de Borges, Cortázar, Carpentier, García Márquez- influyó en el hecho de que la gente no se resigne a aceptar que algo tan aburrido y pedestre como el sentido común sea una virtud, y siga prefiriendo la irrealidad, por fulgurante y seductora, a la realidad.
Pero el día seguirá sucediendo a la noche, dos más dos serán siempre cuatro, siempre que llueva parará y una vaca jamás podrá alcanzar a una liebre corriendo a campo traviesa.
© José Luis Alvarez Fermosel
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