Se cumple en estos días el centenario del nacimiento de Marshall McLuhan, muerto hace ya más de treinta años.
Ana María Vara reconoce en la revista cultural ADN del diario La Nación de Buenos Aires que su obra resulta, a estas alturas, tan sugestiva e incómoda como en sus comienzos.
Gurú de una determinada generación, admirado y querido por unos y denostado por otros, McLuhan fue una de las personalidades de la intelectualidad sesentista que más y mejor se ocupó de la cultura popular y la publicidad.
Fue, además, un taumaturgo: “Tanto el lenguaje como los medios son formas de acercarnos a la realidad…” Su eslógan “El mensaje es el medio” dio la vuelta al mundo.
Ana María Vara recorre en un completo y bien trazado ensayo la vida y la obra del creador de Ideas Consultants, a quien Tom Wolfe -para muchos el padre del periodismo moderno- colocó al lado de Newton, Darwin y Einstein… para descolocarlo después.
Marshall McLuhan fue uno de los pensadores que más nos interesó en nuestra juventud universitaria.
A los deportistas nos cayó siempre muy bien, además, por el hecho de haber ganado varios torneos internacionales de tiro de ballesta.
Pero la clave de que llegáramos a él fácilmente, o al menos de que lo estudiáramos con más entusiasmo que a otros, quizás fuera su carencia de la fatuidad, el engolamiento y la pedantería que particularizaron a muchos de sus homólogos de la época.
McLuhan también fue llano, simpático y tuvo sentido del humor, virtudes muy poco frecuentes desde que el mundo es mundo.
© José Luis Alvarez Fermosel
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Queríamos (y odiábamos) tanto a McLuhan…
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