“Vintage” es una voz inglesa que significa vendimia, cosecha; y también ropa usada, pero no cualquier ropa usada.
A diferencia de los de segunda mano, los trapos “vintage” tienen muchísima categoría. Son algo así como la prosapia del atavío.
Piezas únicas, originales. ¡Y carísimas, claro!
He aquí la paradoja, tan siglo XXI: “vintage” es la indumentaria vieja sólo asequible por los que pueden comprar la mejor vestimenta a estrenar.
Por la ropa “vintage”, o por lo que sea, surgen raros brotes de moda, al menos en lo que se refiere a los hombres, que se consideran “fashion” –otro anglicismo: éste quiere decir moda, a secas-.
Lo último de lo último en materia de vestir, en hombres de edades comprendidas entre veintitantos y cincuentaitantos años, es llevar la camisa por fuera y encima una campera corta, o prenda similar que deja ver los faldones. Un pantalón cualquiera, o un “jean” y zapatillas deportivas, sucias, preferentemente.
Una buena barriga acentúa la sensación de que uno lleva encima una prenda que se ha quedado estrecha y corta.
Uniformidad
Así se ven hombres en la Quinta Avenida de Nueva York, la Via Veneto de Roma, la avenida Santa Fe de Buenos Aires, la Gran Vía de Madrid y otras calles y lugares de las principales ciudades del mundo, que siempre frecuentaron caballeros elegantes. Uniformidad se llama esta figura, y se debe, como tantas otras cosas, a la globalización.
La televisión, películas, documentales, series y otros medios audiovisuales nos muestran éstas y otras nuevas formas de vestir. Todas se basan en el desaliño y el feismo.
Nada tan antiestético ni que ofrezca una sensación de abandono tan fuerte como esos ministros, u hombres de marcada relevancia en la vida social, o quienes sean o hagan lo que sea en ceremonias, recepciones, actos oficiales, entregas de premios, conferencias, banquetes, etc. con traje y camisa de vestir sin corbata, abierta sobre el pecho, a veces hasta el final del esternón.
Corbatas y política
La obsesión de no usar corbata por considerarla una prenda fascista es de larga data. Mussolini, cuyas corbatas criticó Curzio Malaparte, y eso le valió la cárcel, murió, es decir, lo mataron hace muchos años y el fascismo ya no existe.
Personalidades y partidarios de regímenes políticos situados en las antípodas del fascismo, e incluso mandatarios o ex mandatarios como Fidel Castro, Vladimir Putin, Hugo Chávez, José Luis Rodríguez Zapatero y un larguísimo etcétera usan corbata, prenda que puede sustituirse por los polos, o poleras, o las llamadas “t shirts” norteamericanas, que van muy bien con los trajes, también llamados a desaparecer. ¡Quién sabe si volverán los uniformes Mao!
El toque zarrapastroso en la indumentaria masculina es lo más “cool” en este mundo chabacano, desprolijo, de cartón piedra, con su chatura y su afectación.
Pasemos al vino, para alegrarnos un poco. “Vintage” es un vino elaborado con uvas del mismo año, es decir, de la misma cosecha y procedentes de las mismas áreas de elaboración.
© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:
¡Qué insoportables…!
De desaliños e ideologías
A diferencia de los de segunda mano, los trapos “vintage” tienen muchísima categoría. Son algo así como la prosapia del atavío.
Piezas únicas, originales. ¡Y carísimas, claro!
He aquí la paradoja, tan siglo XXI: “vintage” es la indumentaria vieja sólo asequible por los que pueden comprar la mejor vestimenta a estrenar.
Por la ropa “vintage”, o por lo que sea, surgen raros brotes de moda, al menos en lo que se refiere a los hombres, que se consideran “fashion” –otro anglicismo: éste quiere decir moda, a secas-.
Lo último de lo último en materia de vestir, en hombres de edades comprendidas entre veintitantos y cincuentaitantos años, es llevar la camisa por fuera y encima una campera corta, o prenda similar que deja ver los faldones. Un pantalón cualquiera, o un “jean” y zapatillas deportivas, sucias, preferentemente.
Una buena barriga acentúa la sensación de que uno lleva encima una prenda que se ha quedado estrecha y corta.
Uniformidad
Así se ven hombres en la Quinta Avenida de Nueva York, la Via Veneto de Roma, la avenida Santa Fe de Buenos Aires, la Gran Vía de Madrid y otras calles y lugares de las principales ciudades del mundo, que siempre frecuentaron caballeros elegantes. Uniformidad se llama esta figura, y se debe, como tantas otras cosas, a la globalización.
La televisión, películas, documentales, series y otros medios audiovisuales nos muestran éstas y otras nuevas formas de vestir. Todas se basan en el desaliño y el feismo.
Nada tan antiestético ni que ofrezca una sensación de abandono tan fuerte como esos ministros, u hombres de marcada relevancia en la vida social, o quienes sean o hagan lo que sea en ceremonias, recepciones, actos oficiales, entregas de premios, conferencias, banquetes, etc. con traje y camisa de vestir sin corbata, abierta sobre el pecho, a veces hasta el final del esternón.
Corbatas y política
La obsesión de no usar corbata por considerarla una prenda fascista es de larga data. Mussolini, cuyas corbatas criticó Curzio Malaparte, y eso le valió la cárcel, murió, es decir, lo mataron hace muchos años y el fascismo ya no existe.
Personalidades y partidarios de regímenes políticos situados en las antípodas del fascismo, e incluso mandatarios o ex mandatarios como Fidel Castro, Vladimir Putin, Hugo Chávez, José Luis Rodríguez Zapatero y un larguísimo etcétera usan corbata, prenda que puede sustituirse por los polos, o poleras, o las llamadas “t shirts” norteamericanas, que van muy bien con los trajes, también llamados a desaparecer. ¡Quién sabe si volverán los uniformes Mao!
El toque zarrapastroso en la indumentaria masculina es lo más “cool” en este mundo chabacano, desprolijo, de cartón piedra, con su chatura y su afectación.
Pasemos al vino, para alegrarnos un poco. “Vintage” es un vino elaborado con uvas del mismo año, es decir, de la misma cosecha y procedentes de las mismas áreas de elaboración.
© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:
¡Qué insoportables…!
No hay comentarios:
Publicar un comentario