Hoy hace cincuenta años que murió, por su mano, Ernest Hemingway, un gran escritor y un gran hombre, con todos los defectos y las virtudes de la especie.
Sus obras no perdieron actualidad, quizás porque todas tuvieron la vibración y el calor de sus trabajos periodísticos; que no otra cosa fue Hemingway que un periodista que un día entendió que el reporterismo –yo creo que en realidad quiso decir eso, y no el periodismo- hay que saber dejarlo a tiempo, y empezó a escribir un poco más largo.
Su quintaesenciada humanidad constituyó para mí algo arquetípico, modélico, como para muchos hombres de nuestra generación, para los que respondió a un ideal de virilidad perdido y, tal como están las cosas ahora en este delicuescente siglo XXI del posmodernismo, la globalización y el Gran Hermano de chocolate con crema que nos vigila, imposible de restaurar.
Hemingway cargó sin problemas –tenía las espaldas muy anchas- con todos los sambenitos que le colgaron, como les cuelgan a toda la gente que se destaca y que, además, “tira pá alante”. Otra de sus características, por no decir de sus virtudes.
Javier Reverte me ahorra escribir más. Estoy de acuerdo con todo lo que él escribe en la revista española El Cultural. Uno al suyo mi homenaje al periodista que ganó el Nobel de literatura. Y vuelvo a emocionarme, como la primera vez que la oí, al leer su frase, que recoge Reverte en su excelente trabajo: Yo no nací en España, pero no fue culpa mía.
© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:
Nunca derrotado
Sus obras no perdieron actualidad, quizás porque todas tuvieron la vibración y el calor de sus trabajos periodísticos; que no otra cosa fue Hemingway que un periodista que un día entendió que el reporterismo –yo creo que en realidad quiso decir eso, y no el periodismo- hay que saber dejarlo a tiempo, y empezó a escribir un poco más largo.
Su quintaesenciada humanidad constituyó para mí algo arquetípico, modélico, como para muchos hombres de nuestra generación, para los que respondió a un ideal de virilidad perdido y, tal como están las cosas ahora en este delicuescente siglo XXI del posmodernismo, la globalización y el Gran Hermano de chocolate con crema que nos vigila, imposible de restaurar.
Hemingway cargó sin problemas –tenía las espaldas muy anchas- con todos los sambenitos que le colgaron, como les cuelgan a toda la gente que se destaca y que, además, “tira pá alante”. Otra de sus características, por no decir de sus virtudes.
Javier Reverte me ahorra escribir más. Estoy de acuerdo con todo lo que él escribe en la revista española El Cultural. Uno al suyo mi homenaje al periodista que ganó el Nobel de literatura. Y vuelvo a emocionarme, como la primera vez que la oí, al leer su frase, que recoge Reverte en su excelente trabajo: Yo no nací en España, pero no fue culpa mía.
© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:
Nunca derrotado
No hay comentarios:
Publicar un comentario