El psicoterapeuta costumbrista Sempronio Peribáñez advierte que el poder polítco implica para quien lo ejerce el grave riesgo de convertirse en psicópata, como se denomina al individuo que deforma la realidad a su antojo. (Alberto Firpo, La Nación)
La gente; unos más, otros menos…; todos tenemos una marcada propensión a no ver la realidad circundante, que casi siempre no es la que quisiéramos que fuera.
- ¿Te acuerdas de aquel amigo tuyo policía que estaba interrogando a la testigo de un robo, y ella le dijo que el ladrón era un gigante rubio, como de sesenta año, con un revólver Colt del 45?
- ¿Cómo no me voy a acordar? El ladrón era… ¡una mulata de 14 años armada con una pistola de agua!
- Fue en Nueva York, ¿no?
- Sí. Y en Nueva York, también, ocurrió lo de los psicólogos.
- ¿Qué fue lo de los psicólogos?
- Ah, ¿no lo sabes? Te va a encantar.
- ¿Pero es una historia real?
- Ya lo creo. Te la cuento en dos palabras. Se reunió a una docena de psicólogos en un salón de Manhattan. Sin haberlos prevenido se llevó a cabo la siguiente pantomima: un hombre llegó corriendo al recinto por el pasillo central y otro ingresó por una puerta adyacente. El segundo hombre le disparó al primero con una pistola –naturalmente, cargada con cartuchos de fogueo- y un tercer hombre que apareció por otra puerta golpeó al segundo y lo desarmó. Los tres salieron por distintos lugares. Se armó un pandemonium fenomenal. Uno de los psicólogos, el único que sabía de lo que se trataba, se levantó y calmó a sus compañeros; les explicó que todo había sido preparado y les pidió a continuación que escribieran un informe contando lo que habían visto, lo más detalladamente posible.
- ¿Y bien?
- Ningún informe se aproximó, siquiera, a la realidad. No hubo dos iguales. En uno, incluso, se afirmaba que el tercer hombre había disparado sobre el primero.
- ¡Qué increíble!
- Es que cuando se produce un acontecimiento que se sale de lo corriente, y por si esto fuera poco reviste características de violencia, la capacidad de observación se distorsiona, por efectos del desconcierto y el miedo y no tiene nada de particular que se reaccione de cualquier manera.
- ¡Pero psicólogos, acostumbrados a escuchar, a observar, profesionales reposados, serenos…!
- Que en su vida han visto una pistola, ni gente atacada a tiros, a no ser que hayan tropezado alguna vez con un asalto a mano armada a la salida de su consultorio.
- Por eso yo creo que desde los primeros cursos de la enseñanza secundaria debería acostumbrarse a los alumnos a ver las cosas como son, a aceptar la realidad, que es algo que no se puede cambiar; y en otro orden, a controlar la aprensión, el desconcierto, el pánico y sentimientos parecidos que pueden provocar desbarajustes y situaciones caóticas, cuando no plantear problemas de salud, si brotan como reacción ingobernable ante lo desconocido, lo insólito, lo violento, lo amenazador…
© José Luis Alvarez Fermosel
- ¿Te acuerdas de aquel amigo tuyo policía que estaba interrogando a la testigo de un robo, y ella le dijo que el ladrón era un gigante rubio, como de sesenta año, con un revólver Colt del 45?
- ¿Cómo no me voy a acordar? El ladrón era… ¡una mulata de 14 años armada con una pistola de agua!
- Fue en Nueva York, ¿no?
- Sí. Y en Nueva York, también, ocurrió lo de los psicólogos.
- ¿Qué fue lo de los psicólogos?
- Ah, ¿no lo sabes? Te va a encantar.
- ¿Pero es una historia real?
- Ya lo creo. Te la cuento en dos palabras. Se reunió a una docena de psicólogos en un salón de Manhattan. Sin haberlos prevenido se llevó a cabo la siguiente pantomima: un hombre llegó corriendo al recinto por el pasillo central y otro ingresó por una puerta adyacente. El segundo hombre le disparó al primero con una pistola –naturalmente, cargada con cartuchos de fogueo- y un tercer hombre que apareció por otra puerta golpeó al segundo y lo desarmó. Los tres salieron por distintos lugares. Se armó un pandemonium fenomenal. Uno de los psicólogos, el único que sabía de lo que se trataba, se levantó y calmó a sus compañeros; les explicó que todo había sido preparado y les pidió a continuación que escribieran un informe contando lo que habían visto, lo más detalladamente posible.
- ¿Y bien?
- Ningún informe se aproximó, siquiera, a la realidad. No hubo dos iguales. En uno, incluso, se afirmaba que el tercer hombre había disparado sobre el primero.
- ¡Qué increíble!
- Es que cuando se produce un acontecimiento que se sale de lo corriente, y por si esto fuera poco reviste características de violencia, la capacidad de observación se distorsiona, por efectos del desconcierto y el miedo y no tiene nada de particular que se reaccione de cualquier manera.
- ¡Pero psicólogos, acostumbrados a escuchar, a observar, profesionales reposados, serenos…!
- Que en su vida han visto una pistola, ni gente atacada a tiros, a no ser que hayan tropezado alguna vez con un asalto a mano armada a la salida de su consultorio.
- Por eso yo creo que desde los primeros cursos de la enseñanza secundaria debería acostumbrarse a los alumnos a ver las cosas como son, a aceptar la realidad, que es algo que no se puede cambiar; y en otro orden, a controlar la aprensión, el desconcierto, el pánico y sentimientos parecidos que pueden provocar desbarajustes y situaciones caóticas, cuando no plantear problemas de salud, si brotan como reacción ingobernable ante lo desconocido, lo insólito, lo violento, lo amenazador…
© José Luis Alvarez Fermosel
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