lunes, 11 de julio de 2011

Uno y el lavabo

¿Cómo puede la imagen del rostro de uno aparecer estampada en la puerta del lavabo de caballeros de un bar, o establecimiento similar, a fin de dar a conocer al público que ese y no otro es el lugar al que tienen que ir los caballeros –e incluso los que no lo son- para ejercer una función fisiológica, la que sea, la que más apremie?
Semejante cosa, ¿es para envanecerse, o para darse a todos los diablos?
Los efectos que le produzca a uno ver su cara en ese sitio, ¿pueden conducirle al diván del psicólogo, presa de una sensación de inferioridad, o por el contrario elevar su ego, a falta de otros estímulos más eficaces?
El conocido escritor español Manuel Vicent está en condiciones de comentar un asunto tan bizarro desde su experiencia, que le impulsó a escribir varias columnas, a cual más desopilante, como era de esperar de un autor de gran ingenio y no menor capacidad para la sátira.
Reproducimos uno de sus últimos trabajos, por parecernos el más completo de los varios que ha publicado hasta ahora sobre un asunto tan poco común. La acción transcurre, precisamente, en Buenos Aires y aparece en el diario El País de Madrid, que tiene a Vicent entre sus colaboradores más prestigiosos.

© J. L. A. F.

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