jueves, 13 de octubre de 2011

Cartas


“¡A veces llegan cartas…!”, cantaba Raphael a voz en cuello en España, hace muchos años.
Ya no. Ahora llegan mensajes de texto, correos electrónicos, notitas por Facebook, Twitter y otras redes sociales.
Estos sistemas de comunicación constituyen una exigencia de los tiempos actuales, en los que no podrían tener cabida el papel membretado, el tintero, la pluma de ganso -¡con perdón…!-, la salvadera, la arenilla, o el papel secante, el sobre, el lacre, los sellos, la ida al correo…
- Pero hubo cartas muy cortas, que no exigieron nada de eso.
- Sí, por ejemplo la que le escribió Víctor Hugo a su editor, preguntándole por Los Miserables, cuyo manuscrito le había mandado hacía varios días. La misiva contenía sólo un signo de apertura de interrogación. El editor le contestó con otra carta en la que no había más que un signo, también de apertura, de admiración.
- Bernard Shaw recibió una vez una esquela con una sola palabra: “¡Imbécil!”.
El gran escritor inglés comentó: “He recibido muchas cartas sin firma en mi vida, pero ésta es la primera vez que recibo una firma sin carta”.
- ¿Y aquello de los dos ex compañeros de colegio que se encuentran en la Gran Vía de Madrid, después de no haberse visto en muchos años, y mientras van paseando un rato juntos, charlando, uno le pregunta al otro: “¿Y tú a qué te dedicas, ahora?”. “¿Yo? –dice el otro-, a escribir”. “¿Y qué escribes?”. “¡Pues, hombre, cartas a mi padre, pidiéndole dinero!”.

© José Luis Alvarez Fermosel

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