Baltasar de Castiglione (1478/1529), conde de Novellata (retrato), fue un aristócrata, diplomático y escritor italiano que propuso en su obra El Cortesano el modelo del caballero renacentista, que habría de ser capaz de manejar las armas y las letras con la misma destreza y tratar delicadamente a las damas.
El Cortesano expone en cuatro libros un diálogo que mantienen durante cuatro noches una duquesa, una princesa, un cardenal, Cesare Gonzaga, el poeta Pietro Bembo, Giuliano de Medici, Ludovico di Canossa, Federico Fregoso y el Aretino sobre el nacimiento y la educación del gentilhombre, el comportamiento en sociedad, el ideal de la perfecta dama palatina y las relaciones del cortesano con el príncipe, a fin de alcanzar las formas de cortesanía más excelsas. El libro fue traducido al castellano por Boscán, a instancias de su amigo Garcilaso de la Vega.
Castiglione, viudo en 1520, abrazó el estado eclesiástico. El Papa Clemente VII le nombró Nuncio Apostólico en Madrid, donde se desempeñó como diplomático en la corte del Emperador Carlos V. Murió en Toledo en 1529, a los 50 años .
Fue un hombre de armas, un cortesano y un diplomático perfecto. Su vida estuvo signada por el decoro que caracterizó la literatura, el arte y las costumbres del Renacimiento y pasó a la historia como el arquetipo del caballero perfecto de las cortes perfectas.
Siglos más tarde, concretamente en el XX, apareció sobre la faz de la tierra otro Castiglione, éste llamado Hugo, que se convirtió en el dueño de un enorme imperio financiero e industrial en la Europa Central y Oriental. Como era un especulador, se excedió en sus cálculos y cayó en vertical, arrastrando en su caída a millones de seres humildes que trabajaron lealmente para él por una modesta soldada. Una crisis, vamos.
Como Hugo von Castiglione no era trigo limpio, la policía confiscó sus papeles privados, entre los que encontraron algunas anotaciones reveladoras de su idiosincrasia.
Paul Tabori, que se ocupa de este personaje en su Historia de la estupidez humana, sostiene que algunas de esas frases parecen parodias de las del escritor de libros de autoayuda escocés Samuel Smiles, pero lo cierto es que constituyeron lemas a los que se ajustó fielmente von Castiglione en su vida.
Transcribimos algunas, una de ellas, la que sigue, tiene fuerza de confesión: “Todo cuanto tengo se lo robé a los demás”. Otra: “Todo cuanto aún no ha sido descubierto me pertenece”. Su concepto sobre la suerte: “Aquello que me favorece a mí y perjudica a los otros”. Un elogio que dijo haber recibido: “A este hombre no es posible sacarle ni un centavo”.
El caballero Baltasar de Castiglione y el listillo –que terminó perdiendo, como todos los listillos- Hugo von Castiglione. Dos Castiglione.
El Cortesano expone en cuatro libros un diálogo que mantienen durante cuatro noches una duquesa, una princesa, un cardenal, Cesare Gonzaga, el poeta Pietro Bembo, Giuliano de Medici, Ludovico di Canossa, Federico Fregoso y el Aretino sobre el nacimiento y la educación del gentilhombre, el comportamiento en sociedad, el ideal de la perfecta dama palatina y las relaciones del cortesano con el príncipe, a fin de alcanzar las formas de cortesanía más excelsas. El libro fue traducido al castellano por Boscán, a instancias de su amigo Garcilaso de la Vega.
Castiglione, viudo en 1520, abrazó el estado eclesiástico. El Papa Clemente VII le nombró Nuncio Apostólico en Madrid, donde se desempeñó como diplomático en la corte del Emperador Carlos V. Murió en Toledo en 1529, a los 50 años .
Fue un hombre de armas, un cortesano y un diplomático perfecto. Su vida estuvo signada por el decoro que caracterizó la literatura, el arte y las costumbres del Renacimiento y pasó a la historia como el arquetipo del caballero perfecto de las cortes perfectas.
Siglos más tarde, concretamente en el XX, apareció sobre la faz de la tierra otro Castiglione, éste llamado Hugo, que se convirtió en el dueño de un enorme imperio financiero e industrial en la Europa Central y Oriental. Como era un especulador, se excedió en sus cálculos y cayó en vertical, arrastrando en su caída a millones de seres humildes que trabajaron lealmente para él por una modesta soldada. Una crisis, vamos.
Como Hugo von Castiglione no era trigo limpio, la policía confiscó sus papeles privados, entre los que encontraron algunas anotaciones reveladoras de su idiosincrasia.
Paul Tabori, que se ocupa de este personaje en su Historia de la estupidez humana, sostiene que algunas de esas frases parecen parodias de las del escritor de libros de autoayuda escocés Samuel Smiles, pero lo cierto es que constituyeron lemas a los que se ajustó fielmente von Castiglione en su vida.
Transcribimos algunas, una de ellas, la que sigue, tiene fuerza de confesión: “Todo cuanto tengo se lo robé a los demás”. Otra: “Todo cuanto aún no ha sido descubierto me pertenece”. Su concepto sobre la suerte: “Aquello que me favorece a mí y perjudica a los otros”. Un elogio que dijo haber recibido: “A este hombre no es posible sacarle ni un centavo”.
El caballero Baltasar de Castiglione y el listillo –que terminó perdiendo, como todos los listillos- Hugo von Castiglione. Dos Castiglione.
© José Luis Alvarez Fermosel
1 comentario:
Carolus: gracias por tu mensaje. Tu blog es muy interesante. Saludos.
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