Al señor de la imagen en blanco y negro, que escribe afanosamente, no parece irle bien económicamente. Es que este oficio de escribir, ya se sabe, no da dinero, o da muy poco.
A este buen hombre se lo ve dignamente rotoso, con una pieza de tela negra que pretende disimularle un roto en el pantalón bajo la rodilla; otro deja ver la camisa a la altura del codo derecho.
Fuma su pequeña pipa, escribe con una pluma astillada. ¿Qué escribirá?
Debe ser hombre de letras, pues bajo la pequeña mesa, o cajón a modo de mesa, se ven libros y lo que parece ser un tintero. Está sentado sobre unos libros más grandes.
Nos apena ver a un hombre que tiene cara de bueno, pese a una barba y un bigote que surgen de no haberse afeitado en algunos días y podrían ensombrecer su fisonomía, imprimiéndole un aire torvo.
Fantaseamos, porque el hombre no es de verdad. Se trata del dibujo de un artista tan bueno que le ha dado vida y fuerza de fotografía a un escorzo, por así decirlo, que define la imagen y ha creado un personaje.
Lo que no sabemos –y nos quedaremos sin saberlo- es si el retrato fue tomado del natural o su autor se puso a dibujar de memoria, en un rapto de inspiración, y salió este espléndido apunte hiperrealista que, la verdad, da un poco de pena, aunque sepamos que el señor pobre que escribe, y por eso, por escribir es pobre, en realidad sea de mentirijillas.
Siempre es triste ver la imagen de un hombre tan pobre que sus vestiduras están remendadas. Aunque en la más extrema miseria conserve su dignidad. Ni siquiera en un dibujo que es una obra de arte.
© José Luis Alvarez Fermosel
A este buen hombre se lo ve dignamente rotoso, con una pieza de tela negra que pretende disimularle un roto en el pantalón bajo la rodilla; otro deja ver la camisa a la altura del codo derecho.
Fuma su pequeña pipa, escribe con una pluma astillada. ¿Qué escribirá?
Debe ser hombre de letras, pues bajo la pequeña mesa, o cajón a modo de mesa, se ven libros y lo que parece ser un tintero. Está sentado sobre unos libros más grandes.
Nos apena ver a un hombre que tiene cara de bueno, pese a una barba y un bigote que surgen de no haberse afeitado en algunos días y podrían ensombrecer su fisonomía, imprimiéndole un aire torvo.
Fantaseamos, porque el hombre no es de verdad. Se trata del dibujo de un artista tan bueno que le ha dado vida y fuerza de fotografía a un escorzo, por así decirlo, que define la imagen y ha creado un personaje.
Lo que no sabemos –y nos quedaremos sin saberlo- es si el retrato fue tomado del natural o su autor se puso a dibujar de memoria, en un rapto de inspiración, y salió este espléndido apunte hiperrealista que, la verdad, da un poco de pena, aunque sepamos que el señor pobre que escribe, y por eso, por escribir es pobre, en realidad sea de mentirijillas.
Siempre es triste ver la imagen de un hombre tan pobre que sus vestiduras están remendadas. Aunque en la más extrema miseria conserve su dignidad. Ni siquiera en un dibujo que es una obra de arte.
© José Luis Alvarez Fermosel
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