miércoles, 10 de junio de 2009

Oh, Mary

Coincido con la escritora argentina Ana Bisignani –autora, entre otras, de la excelente novela El destierro de la Reina, editada por Corregidor- en que en conciertos, recitales, selecciones de óperas, zarzuelas, canciones populares o lo que sea, los encargados del repertorio no suelen, salvo honrosas excepciones, escoger los temas más bonitos, los más escuchados por la gente. Otra manía es la de abreviar las obras en las compilaciones de los discos.
Tal cosa ocurre con más frecuencia de lo que sería deseable y molesta y defrauda al público, que ha dejado su dinero en la boletería del teatro, o en la tienda de discos. ¿Por qué pasará ésto?
Me temo que por lo de siempre: la profesionalidad… “mediana” -digamos para ser benévolos- de las personas que se ocupan de ese trabajo.
Por ejemplo, en los recitales de las canciones napolitanas más hermosas de todos los tiempos tendría que estar incluída una pieza bellísima de Russo y Di Capua titulada Oh, Mary, y también María, Marì, que no perdió actualidad, no se quedó en el tiempo. Por lo general, no figura.
Hay una obsesión con esto de la antigüedad. Nadie quiere ser antiguo, ni parecerlo, ni que se lo digan. Lo pasado, pisado. Todo lo anterior al 2000 no merece saberse. Antes de ese año, nada de lo que ocurrió tiene importancia.
¡Si uno se refiere a algo de entonces es antiguo!
Y hoy en día no hay peor cosa que ser antiguo. ¡Ni qué hablar de estar pasado de moda!
En fin, Ana…


© José Luis Alvarez Fermosel


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