El bello rostro de la modelo Kylie Lomax contiene un estremecimiento. Sus labios llenos, cremosos, ¿ocultan una sonrisa o una mueca? Jamás lo sabremos, ¡ay!
Lo que salta a la vista, por más que ella disimule, es la sofocación de esta pobre mujer, ceñida por tantos cinturones.
Lo que salta a la vista, por más que ella disimule, es la sofocación de esta pobre mujer, ceñida por tantos cinturones.
La foto no deja de ser original. Pero provoca escalofríos, se experimenta una sensación de asfixia.
Uno arde en deseos de empezar a desabrochar cinturones, e ir descubriendo un cuerpo estatuario que seguramente el exceso de cuero y metal que lo aprisiona no puede deformar.
La modelo conserva, a pesar de todos los pesares, un aire desafiante de "aquí estoy yo porque he venido", con las manos en las caderas, como una bacante de otro planeta, de otra era, que se aprestara a desenfundar la galáctica pistola del (chandleriano) detective de la película "Blade runner", que tan bien encarnó Harrison Ford.
Evocaciones de guerras y duelos de otrora, porque algunas hebillas parecen puños de espadas, dagas y puñales. Estremece pensar en cortes en la piel satinada.
Quizás sea demasiada la originalidad innegable de la foto, su agresividad. A uno le falta el aire. Parece que le apretara el cinturón, el único que lleva.
Uno arde en deseos de empezar a desabrochar cinturones, e ir descubriendo un cuerpo estatuario que seguramente el exceso de cuero y metal que lo aprisiona no puede deformar.
La modelo conserva, a pesar de todos los pesares, un aire desafiante de "aquí estoy yo porque he venido", con las manos en las caderas, como una bacante de otro planeta, de otra era, que se aprestara a desenfundar la galáctica pistola del (chandleriano) detective de la película "Blade runner", que tan bien encarnó Harrison Ford.
Evocaciones de guerras y duelos de otrora, porque algunas hebillas parecen puños de espadas, dagas y puñales. Estremece pensar en cortes en la piel satinada.
Quizás sea demasiada la originalidad innegable de la foto, su agresividad. A uno le falta el aire. Parece que le apretara el cinturón, el único que lleva.
© José Luis Alvarez Fermosel
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