jueves, 11 de febrero de 2010

La vejez es un naufragio

Acaba de pasarse por la televisión una película de Gabriel Aghion sobre la vida del escritor francés Max Jacob (1876-1944).
Se trata de “Monsieur Max” (2007), con el primer actor francés Jean Claude Brialy en el papel de Jacob. Brialy murió el mismo año en que se estrenó la película.
Jacob cultivó con fortuna la narrativa y la poesía. De origen judío, se convirtió al catolicismo en 1914, año en que publicó la que se consideró siempre como su obra más importante, “La sede de Jerusalen”.
Jacob incursionó en la pintura, en los terrenos del neo impresionismo y el surrealismo y siguió a los cubistas que se instalaron en Montmartre.
Fue amigo de pintores y escritores como Apollinaire, Modigliani (que le pintó un retrato), Jean Cocteau, Sacha Guitry, Picasso y otros.
Todos le abandonaron cuando fue arrestado en Saint-Benoît-sur-Loire por los nazis, durante la ocupación alemana, por su condición de judío y homosexual. No pudo justificar su conversión y su homosexualidad era conocida.
Murió solo y pobre de una bronconeumonía en el campo de concentración de Drancy (noreste de París).
Ya le habían dado la espalda cuando vagaba por las calles sin un franco en el bolsillo. No por prejuicios. Muchos de sus homólogos eran judíos y otros homosexuales como Jean Cocteau y el actor Jean Marais, que fueron pareja durante muchos años.
Fue autor de varias obras que le dieron gran nombradía, como “San Matorel”, su primera creación literaria en el terreno de la novela mística, y “El nombre”. Había recibido la cinta roja de la Legión de Honor del gobierno de Francia.
Jean Claude Brialy (nacido en Argelia en 1933 y muerto en París en 2007) trabajó durante medio siglo en el cine con un éxito espectacular. Fue una de las luminarias de la “Nouvelle vague” (Nueva ola) francesa de los 60. Protagonizó 180 películas.
Su labor en teatro dio tela para cortar a los expertos. Dirigió grupos teatrales, el famoso Festival de Avignon y fundó el de Anjou.
Brialy fue un actor de muy amplio registro. Se codeó con sus homólogos más famosos de Europa, los Estados Unidos y, naturalmente, de su país. Hacía años que él también, como su personaje Jacob, vivía olvidado por quienes durante su juventud y sus logros le aplaudieron y adularon.
La noticia de su muerte no salió en primera plana, ni la comentaron los noticieros y programas de televisión, ni siquiera las revistas de chismes de la farándula. Como dijo Chateaubriand, la vejez es un naufragio.
Fueron los estadounidenses –siempre tan correctos en este sentido- quienes le rindieron homenaje póstumo en la ceremonia de entrega de los premios Oscar de 2008, al nombrarle y mostrar su imagen en el espacio dedicado a las celebridades de la cinematografía desaparecidas el año anterior.
“Sic transit…”.

© José Luis Alvarez Fermosel

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