El doctor tú te lo pones,
el Montalbán no lo tienes;
conque, quitándote el don,
vienes a quedar en Juan Pérez.
El destinatario de este mordaz epigrama de Quevedo fue el escritor del Siglo de Oro español Juan Pérez de Montalbán (1602-1638), considerado por sus homólogos como oportunista e inescrupuloso.
Fungió como discípulo de Lope de Vega y, por seguirle en todo, él también abrazó el sacerdocio. Fue notario de la Inquisición.
Apañado por Lope de Vega, a quien se pegó como una lapa, pudo estrenar su primera comedia a los 17 años.
Cuando Lope murió, Montalbán, devolviendo atenciones a título postrero, escribió una biografía del Fénix de los Ingenios titulada “Fama póstuma”.
“Para todos” quizás haya sido su obra más conocida. Es un compendio de relatos, discursos y versos elemental y pretencioso. Despertó la ira de Quevedo, que escribió en su contra “La Perinola” y le hizo sistemáticamente objeto de sátiras feroces, incluído el famoso epigrama que lo dejó en Juan Pérez.
Quevedo, además, respiraba por una herida abierta por el padre de Montalbán, el editor y librero Alfonso Pérez, que le estafó en un negocio editorial.
La mayor parte de la obra de Pérez Montalbán, salvo sus comedias de capa y espada, es espasmódica, sensacionalista y en ocasiones macabra, a juicio de sus críticos.
Sus contemporáneos dijeron que como ser humano dejaba bastante que desear, posiblemente dispuestos en su contra por el hecho de ser él la persona que tomaba nota de las torturas de la Inquisición.
El crítico e historiador Agustín González de Amezúa (1881-1956), uno de los estudiosos más aplicados del Siglo de Oro, abominó de la novela “La mayor confusión”, en la que Montalbán narra las relaciones incestuosas de una madre con su hijo, del cual concibe una hija que se convierte después en esposa de su padre y su hermano.
el Montalbán no lo tienes;
conque, quitándote el don,
vienes a quedar en Juan Pérez.
El destinatario de este mordaz epigrama de Quevedo fue el escritor del Siglo de Oro español Juan Pérez de Montalbán (1602-1638), considerado por sus homólogos como oportunista e inescrupuloso.
Fungió como discípulo de Lope de Vega y, por seguirle en todo, él también abrazó el sacerdocio. Fue notario de la Inquisición.
Apañado por Lope de Vega, a quien se pegó como una lapa, pudo estrenar su primera comedia a los 17 años.
Cuando Lope murió, Montalbán, devolviendo atenciones a título postrero, escribió una biografía del Fénix de los Ingenios titulada “Fama póstuma”.
“Para todos” quizás haya sido su obra más conocida. Es un compendio de relatos, discursos y versos elemental y pretencioso. Despertó la ira de Quevedo, que escribió en su contra “La Perinola” y le hizo sistemáticamente objeto de sátiras feroces, incluído el famoso epigrama que lo dejó en Juan Pérez.
Quevedo, además, respiraba por una herida abierta por el padre de Montalbán, el editor y librero Alfonso Pérez, que le estafó en un negocio editorial.
La mayor parte de la obra de Pérez Montalbán, salvo sus comedias de capa y espada, es espasmódica, sensacionalista y en ocasiones macabra, a juicio de sus críticos.
Sus contemporáneos dijeron que como ser humano dejaba bastante que desear, posiblemente dispuestos en su contra por el hecho de ser él la persona que tomaba nota de las torturas de la Inquisición.
El crítico e historiador Agustín González de Amezúa (1881-1956), uno de los estudiosos más aplicados del Siglo de Oro, abominó de la novela “La mayor confusión”, en la que Montalbán narra las relaciones incestuosas de una madre con su hijo, del cual concibe una hija que se convierte después en esposa de su padre y su hermano.
© José Luis Alvarez Fermosel
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